Padre, hacedor, protector
Hombre de acción y figura paterna por derecho propio, para su pequeño rebaño en Europa y su gran rebaño en África: así era el Apóstol de Distrito Robert Higelin. El 17 de julio habría cumplido 90 años. Aquí su retrato.
El Apóstol de Distrito viajaba con mucho equipaje, al menos en la ida. Cada vez que iba a Zaire, la actual República Democrática del Congo, llevaba una enorme maleta llena, que volvía casi vacía. Ya no traía de vuelta su ropa ni sus cosas de uso diario. Y le costaba entender por qué todo el mundo no hacía así.
“Robert Higelin veía la necesidad del pueblo. Y eso le dolía”, recuerda un antiguo compañero. “Quería ayudar como fuera”. Más tarde esto se convirtió en recaudaciones de fondos a principios de año en su territorio natal de Francia. “No podemos eliminar todas las necesidades”, era su lema, “pero no hacer nada sería un pecado”.
Comienzo temprano en su rol
Paternal. Junto con espontáneo, cordial y conmovedor, este término surge siempre cuando se habla o se escribe sobre el Apóstol de Distrito Higelin. Conocía a su rebaño por su nombre, sabía quién pertenecía a quién y quién tenía qué preocupaciones. Aconsejaba con gusto y también sabía ayudar en la toma de decisiones. Un padre en el que apoyarse, como lo sabían valorar los hijos de Dios de los años 70 y 80.
Tuvo que asumir este rol cuando tenía 23 años, poco después de que su padre, el Apóstol Josef Higelin, muriera en un accidente de tránsito en 1957. “Ahora ocupas el lugar de tu padre”, le dijo su madre que en realidad se refería al lugar en la mesa de su casa. De hecho, menos de dos semanas después, fue ordenado como Anciano de Distrito para la región de Estrasburgo.
El hacedor se pone en marcha
Y se puso a trabajar de un modo que los hermanos y hermanas se quedaron sin habla: “El entusiasmo y el celo del Anciano de Distrito Robert Higelin lo llevaron a emprender un trabajo que muchos habrían considerado imposible. Así, la crónica de distrito informa sobre ampliaciones de iglesias y traslado de órganos. La vivienda del dirigente de distrito era a la vez el centro de mando y de administración de las obras de construcción.
Tras su ordenación como Apóstol de Distrito en marzo de 1972, las tareas se hicieron considerablemente mayores. Ahora se trataba de construir iglesias. El francés sustituyó al alemán como lengua de los Servicios Divinos. Y en 1980 se hizo cargo de la atención de cinco provincias en el sudeste de Zaire que antes pertenecían a la Iglesia regional Canadá.
Siempre con todas sus fuerzas
“Quien coopera conmigo se mete debajo de las ruedas”, dijo Robert Higelin sobre sí mismo. En otras palabras, exigía a sus compañeros de ministerio el mismo desvelo por el trabajo que el Apóstol de Distrito se exigía a sí mismo, es decir, todo. Casi ninguna decisión se tomaba sin su participación. Si era necesario, también intervenía a nivel de un distrito o de una comunidad.
“Los que trabajan junto a otros aprenden de la observación a decir 'nosotros' en lugar de 'yo', y reconocen en sus colaboradores lo divino que el Señor ha puesto en cada uno”, señaló en 1991 en la revista "Nuestra Familia" refiriéndose a la “Colaboración conjunta”. Citó allí al escritor Antoine de Saint-Exupéry: “La piedra no tiene esperanza de ser algo más que piedra. Pero en unión con otras, se junta para construir un templo”.
La despedida llega de repente
La tensión constante le pasó factura: En julio de 1995 el Apóstol de Distrito volvió a casa desde el Congo. La supuesta “fatiga excesiva” resultó ser un tumor incurable. Murió poco antes de la medianoche del 16 de marzo de 1996. En Kinshasa, cientos de hermanos y hermanas en la fe se reunieron para el velatorio. Oraron y cantaron toda la noche.
El 25 de marzo se celebraron Servicios Divinos de duelo en todo el sudeste congoleño. Mientras tanto en Metz, Francia, el Apóstol Mayor y decenas de Apóstoles de Distrito se despedían de Robert Higelin. Y el Apóstol Kim Kabamba Mukenge dijo: “¡Merci, Papá!”.