Asistencia espiritual (16): Cuando la fe en las señales lleva por mal camino

“La fe en milagros es una señal de falta de humildad”, dice el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider. Después de todo, el hombre no es más grande que Dios y no puede dictarle cómo hacer qué y en qué momento. Una afirmación clara, ¿no?

Leer sobre las señales de Dios en la Biblia es relativamente fácil. Al fin y al cabo, la Sagrada Escritura contiene muchos ejemplos del obrar divino en los seres humanos. Sin embargo, si equiparamos esas historias con nuestra propia vida, aunque son humanamente comprensibles, resultan improcedentes. Los milagros de Dios se deben siempre a circunstancias concretas y a destinos personales. No todas las personas reciben la misma atención, pero siempre reciben la adecuada. Eso es lo que dice nuestra fe.

La atención de Dios siempre es personal

Los asistentes espirituales a menudo son confrontados a peticiones solicitando milagros divinos. Esto forma parte de lo que el creyente espera de quien lo asiste espiritualmente. No siempre es fácil cumplir esas expectativas o, por el contrario, rechazarlas conscientemente. Al fin y al cabo, los Pastores creen en los milagros. ¿Quiénes, si no ellos? A veces, a los hermanos y hermanas en la fe no les alcanza con poner en oración su petición, confiando en la guía de Dios. Piden a Dios una indicación adicional, una señal muy concreta. Se trata clásicamente de una palabra bíblica especial, un canto en el Servicio Divino o un acontecimiento especial, que se entiende entonces como una indicación divina para tomar luego una determinada decisión.

Sin duda, muchas grandes experiencias con Dios se han hecho de esta manera. Esa señal, tomada con fe, a menudo ha llevado a experimentar a Dios. Sin embargo, la experiencia también demuestra que una mera “fe en las señales” puede llevar a engaño, ya que existe el peligro de que si un deseo no se cumple o fracasa, se culpe a Dios por ello. Hay muchos casos desafortunados al respecto: Los hermanos y hermanas en la fe se quedan tristes, decepcionados o dudan. A pesar de una señal que ellos interpretan como tal, no se produce ningún acontecimiento positivo o su deseo tan ardientemente solicitado simplemente no quiere hacerse realidad. Peor aún, los hermanos y hermanas en la fe deciden no hacer algo debido a que la señal deseada no apareció, y después de cierto tiempo se arrepienten de esta decisión. La señal que no apareció los condujo a tomar una decisión equivocada.

Depende de la interpretación

Algunas veces, los hermanos y hermanas en la fe también malinterpretan una palabra de la Biblia debido a los deseos que ellos tienen. Esto sucede cuando el propio deseo es el padre del pensamiento. Surgen esperanzas que luego son decepcionadas y que pueden llevar a dudas fundamentales sobre Dios. Uno culpa a Dios.

¿Significa esto que el asistente espiritual debe aconsejar básicamente a sus hermanos en la fe que no pidan señales divinas? No, ciertamente no, pero se aconseja con insistencia mantener un enfoque prudente y sensato de las señales. La propia Sagrada Escritura ofrece palabras claras sobre este tema. En el Evangelio de Mateo, los escribas y fariseos exigen al Señor una señal y tratan de presionarlo con ella. Quieren pruebas de su divinidad:

“Entonces respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver de ti señal. Él respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches” (Mateo 12:38-40).

Jesús rechaza los motivos superficiales de las señales. Espera que las personas crean que es el Hijo de Dios incluso sin señales. Al mismo tiempo, subraya claramente que habrá una señal especial de su divinidad, que es su resurrección de la muerte después de tres días. De esto se deduce que las señales están sujetas únicamente a la voluntad de Dios, no se pueden exigir ni forzar. Además, se requiere un corazón puro y sincero, análogo a las palabras de Jesús: “¡No se haga mi voluntad, sino la tuya!”.

Peligros de la fe en los milagros

La fe desenfrenada en los milagros implica peligros. Se tienta a Dios. El Señor dejó palabras claras sobre ello: “No tentarás al Señor tu Dios”. Los hermanos y hermanas en la fe pueden pedir ayuda en sus oraciones, pero no pueden obligar a Dios a conceder sus peticiones y deseos. En cambio, deben orar en el nombre de Jesús, ser humildes y confiar en Dios.

Las tesis que se desprenden de esto son:

  • Los seres humanos no tenemos derecho a pedirle a Dios un milagro.
  • No tenemos ninguna razón para pedirle a Dios un milagro.
  • Aunque Dios permite que se produzcan milagros hoy en día, los envía cuándo, a quién y cómo Él quiere.

En el próximo episodio de nuestra serie sobre la asistencia espiritual veremos el tema: “El desarrollo de la doctrina, ¿un área problemática en la asistencia espiritual?”.


Foto: Subbotina Anna - stock.adobe.com

Información del artículo

Autor:
Fecha:

Peter Johanning
27.09.2021