Por qué es realmente eficaz el sacrificio de Jesús

Jesucristo no pudo redimir a los seres humanos mediante su sufrimiento, sino mediante su obediencia. El Apóstol Mayor lo aclaró recientemente en un Servicio Divino. Y también explicó cómo todos pueden ser partícipes.

“Para Adán y Eva, su persona, su ego, era más importante que su relación con Dios, ese fue el error”. El Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider explicó así la ruptura decisiva.

“Dios es un Dios de comunión, los tres son uno”, dijo el máximo dirigente de la Iglesia en Nordhorn el 7 de abril de 2023. “Cuando la Biblia dice que los seres humanos fueron creados a imagen de Dios, significa que deben tener esta comunión: con Dios y entre sí”.

Pero al comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, los seres humanos demostraron: “Nos volvemos independientes, queremos decidir por nosotros mismos lo que es bueno y lo que es malo. Así se excluyeron a sí mismos de la comunión con Dios. No fue un castigo de Dios, fue una consecuencia directa de su decisión”.

Más importante que su propia persona

Pero entonces, Jesucristo “se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Así decía el texto bíblico para el Servicio Divino tomado de Filipenses 2:8. Y esto contrarresta el egoísmo de Adán y Eva de dos maneras.

Por un lado, “el Hijo de Dios vino a la tierra para mostrar a los seres humanos que aunque me hayas abandonado, yo no te abandonaré. Te has alejado de mí, pero yo voy a ti. Y porque tienes que sufrir, yo también sufriré. Porque tienes que morir, yo también moriré. ¡Yo estoy contigo!”. Así Dios dejó claro que “la relación con el ser humano es para mí más importante que mi persona, que mi gloria”.

Por otra parte, “como ser humano, Jesús tuvo comunión con Dios. Esto era más importante para Él que su propia persona. La voluntad del Padre es mi voluntad. Él quiere salvar a la humanidad y yo también lo quiero. Donde Adán tomó una decisión equivocada, yo quiero tomar la decisión correcta, y así puedo quebrar el poder del mal”.

No fue el sufrimiento sino la obediencia

Mediante su sacrificio, Jesucristo salvó a la humanidad. Pero, “¿dónde reside la eficacia de su sacrificio? No está en el dolor, ni en el sufrimiento, ni en la muerte”. Sin embargo, “su obediencia nos hace justos”, dijo el Apóstol Mayor refiriéndose a Romanos 5:19: “Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos”.

“Una vez quiero dejar esto muy claro”, enfatizó el dirigente de la Iglesia: “Durante mucho tiempo, el cristianismo ha glorificado el sufrimiento diciendo: Sí, si sufres, entonces serás bienaventurado. Dicho de otro modo: Si no sufres, no tienes ninguna posibilidad de ir al cielo; tienes que sufrir”. Pero, “sufrir no hace bienaventurado. Espero no escandalizar a nadie cuando digo: Ha habido personas en la historia –y desgraciadamente las sigue habiendo hoy– que han tenido que sufrir mucho más que Jesucristo en la cruz”.

“Entonces, ¿dónde reside la eficacia del sacrificio de Jesucristo? Es por su obediencia, porque cumplió perfectamente la voluntad de Dios. Porque su relación, su comunión con Dios, su amor a los seres humanos, eran para Él más importantes que su propia persona. ¿Os dais cuenta? Es exactamente lo contrario de lo que ocurrió con Adán y Eva, ¡exactamente lo contrario! Y como lo hizo, su obediencia puede hacernos justos”.

Los tres mandamientos de Dios

“No tenemos ninguna posibilidad de ser tan obedientes como Jesucristo, aunque lo abordemos con la mejor voluntad del mundo”, admitió el Apóstol Mayor. Pero “si participamos de la obediencia de Jesucristo, Él nos salvará por su mérito”. Para conseguirlo, hay tres requisitos previos:

  • “Debes creer. Venga lo que venga, confiamos en la palabra de Dios. Lo que dice es la verdad”.
  • “Debes amar a Dios. Actuamos según los mandamientos de Jesucristo; no porque tengamos que hacerlo. No, lo hacemos porque lo amamos. Así, su voluntad se ha convertido en nuestra voluntad”.
  • “Quien ama a Dios debe amar también a su prójimo. Tu amor a Dios no puede ser mayor que tu amor al prójimo”.

“Estos son los tres mandamientos de Dios”, dijo el Apóstol Mayor Schneider. “Quien tiene esta actitud, no llegará a ser perfecto, pero Dios le dará gracia y salvación por el mérito de Jesucristo”.

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Andreas Rother
14.06.2023
apóstol mayor, servicio Divino