Amar en lugar de amenazar

Arrepentimiento. Suena anticuado y a coacción. Pero eso no es lo que quiere Jesucristo: lo que realmente significa el arrepentimiento, cómo funciona correctamente... y para qué sirve en realidad.

“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”. Este pasaje bíblico de Lucas 19:10 fue el tema central del Servicio Divino del 8 de diciembre en Nampula (Mozambique).

“¿Quiénes son los que se han perdido?”, preguntó el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider y aclaró: “Todos los seres humanos”. Porque “los seres humanos están perdidos desde la caída en el pecado. Están separados de Dios. Ya no pueden tener comunión con Él. Porque Dios es perfecto. Y nosotros somos pobres seres humanos que no somos perfectos en lo más mínimo”.

Un llamamiento completamente distinto

“Y para eso vino el Hijo de Dios a la tierra, para salvar a los que están perdidos”. ¿Cómo? Jesucristo mismo lo explicó en parábolas. Las parábolas de la oveja perdida y de la moneda perdida ponen de relieve las dificultades que el Señor asumió para redimir a los seres humanos. Y la parábola del hijo pródigo muestra la necesidad de que las personas se arrepientan para alcanzar salvación.

El “arrepentimiento” ya ha sido invocado por otros. Como los profetas del Antiguo Testamento: “Arrepiéntete. Cambia de opinión. Vuelve a Dios, haz su voluntad, y Dios te salvará”, dijo el Apóstol Mayor. O como Juan el Bautista: “¡Arrepiéntete! De lo contrario, Dios te castigará”.

Pero “Jesús eligió un camino completamente distinto. La forma en que quería motivar a las personas a arrepentirse era completamente distinta”.

El amor cambia a una persona

Sobre esto informa el hecho del que está tomado el texto bíblico para el Servicio Divino: “Es la historia de Zaqueo”. Cuando Jesús atravesaba Jericó, Zaqueo quiso verlo. Pero la multitud que se agolpaba a un lado del camino no dejaba pasar a la primera fila a aquel hombre más bien pequeño. El recaudador de impuestos era odiado, pues recaudaba dinero para los ocupantes romanos y se lo consideraba corrupto.

“Jesús no lo conocía. Nunca se habían visto”. Y “probablemente había miles de personas. Pero a él lo ve y lo llama por su nombre”. Es más, le dijo: “Zaqueo, ven. Quiero entrar en tu casa. Quiero tener comunión contigo”.

“Jesús no necesitó enseñarle nada. Simplemente le mostró su amor”, subrayó el dirigente de la Iglesia: “Y cuando Zaqueo se dio cuenta de que era amado por Jesucristo, cambió de actitud y cambió su vida”.

Transmitir el amor de Dios

“Eso es exactamente lo que Dios hace por nosotros”. Porque “el Espíritu Santo no nos amenaza con un castigo divino. Nos lleva al conocimiento de Jesucristo”. Y “cuanto más comprendemos el amor de Jesucristo, cuanto más nos damos cuenta de la gloria de Jesucristo, más nos damos cuenta de que tenemos que cambiar”.

Pero “no lo olvides: Dios quiere que todos los seres humanos sean redimidos. Así que también quiere que nuestro prójimo sea salvo”. Y del mismo modo, “no nos corresponde juzgar y castigar a nuestro prójimo”. Más bien, “Jesucristo quiere que amemos a nuestro prójimo como Él lo ama. Para que pueda experimentar el amor de Jesucristo”.

La conclusión del Apóstol Mayor: Dios quiere la salvación de todos los seres humanos. Para ser redimidos, los seres humanos deben volver a Dios. Cristo llama al arrepentimiento dando testimonio de su amor. Los creyentes contribuyen a la salvación de los demás amando a su prójimo como Jesús lo ama.

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Andreas Rother
17.01.2024
Mozambique, apóstol mayor, servicio Divino