La bendición final: Dios acompaña a la vida

Un instante solemne espera a los creyentes al final de cada Servicio Divino: el Pastor bendice a la comunidad con una triple bendición: Padre, Hijo y Espíritu Santo acompañan en el camino a la vida cotidiana. ¡Qué promesa!

El orden litúrgico de la Iglesia Nueva Apostólica prevé que el Servicio Divino tenga como marco una introducción trinitaria y un final trinitario. Al comienzo se proclama la presencia del trino Dios: "En el nombre de Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo". El anuncio de la palabra de Dios puede comenzar, y el Pastor toma conciencia y hace tomar conciencia a la comunidad de que esto acontece en el nombre del Altísimo.

Al final del Servicio Divino está la garantía de que Dios va a marchar junto con nosotros en la vida, en lo cotidiano: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros" (2 Corintios 13:13). El que es despedido así, no necesita dudar si hay un Dios lleno de amor o no. Esta bendición final deja claro que Dios es tu Dios, Él es misericordioso y te ama. ¡Él te acompaña! El creyente puede confiar en la gracia de Dios, se puede sentir cobijado en el amor de Dios y estar seguro de la guía del Espíritu Santo. Tiene la certeza de la presencia de Dios que lo protege en su vida para conducirse en ella con el sentir del Evangelio.

Una palabra de bendición con gesto festivo

El Pastor hace un gesto de bendición: brazos levantados, manos que bendicen extendidas sobre la comunidad, contacto visual, un instante digno, solemne. Y al último amén del que predica, la comunidad responde con su amén. Cada uno confiesa que todo es correcto y preciso. Tres veces amén, cantado por la comunidad reunida, es una confirmación de este reconocimiento: amén, amén, amén, ¡así sea!

Una forma especial de declaración de reconciliación al final

El discurso de Pablo de 2 Corintios 13 no fue elegido por casualidad. Aquí naturalmente se aborda la Trinidad de Dios, un elemento bíblico importante para la fe cristiana. Naturalmente, este saludo final es apropiado para una promesa de bendición. Pero otro hecho también es significativo: en los versículos previos, el Apóstol le pide a la comunidad de entonces, que por fin termine con su discordia y las contiendas de unos con otros. De ahí que la bendición final también es una declaración de reconciliación en doble aspecto: Dios está reconciliado con nosotros y entre nosotros asimismo lo queremos estar. Si un Servicio Divino termina así, si el anuncio de la voluntad divina llega a esto, todo está bien. El creyente es parte de la gran comunión del Señor, miembro en su cuerpo, integrante de su Iglesia y puede colocar sus propios deseos e ideas bajo la voluntad del Todopoderoso. A quien Jesús concede gracia, también puede ser misericordioso; a quien Dios ama, también puede amar a su prójimo; quien anda en la comunión del Espíritu Santo, sabe ver lo esencial en la vida.

La liturgia es adorar a Dios

La liturgia le da una estructura al Servicio Divino. No sólo el contenido, sino también las formas externas adquieren significado. Pues, al fin y al cabo, se trata de Dios y su doctrina y presencia. El Servicio Divino es una experiencia anticipada de la futura comunión con el trino Dios y el centro de la vida de la comunidad. El desarrollo de la liturgia es obligatorio desde el canto inicial hasta el canto final. Por eso, el atenerse a la liturgia debe ser importante para los siervos que ofician. El orden establecido para los Servicios Divinos debe evitar que estos se realicen a discreción de cada uno, y de esa manera afirmar y hacer tomar conciencia de la unidad en la Iglesia. Por eso también dice al final del orden litúrgico de la Iglesia Nueva Apostólica: "Los textos litúrgicos son obligatorios y su texto no puede ser modificado".

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Peter Johanning
20.06.2016
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