Explicar la Biblia a los niños

Aquel que haya crecido escuchando historias bíblicas probablemente todavía recuerde imágenes muy específicas. Pueden ser hermosas imágenes de una Biblia infantil bellamente ilustrada o imágenes particularmente aterradoras que cuando uno era niño siempre quería volver a mirar fascinado. Lo importante es no solo explicar las historias.

Interpretar las historias

Cuando las historias no se entienden bien, a veces pueden llevar a rechazar todo lo bíblico. Especialmente cuando uno de niño ha desarrollado sentimientos de culpa que no pudo procesar (“Jesús tuvo un increíble dolor en la cruz porque desobedecí”), puede ser su último recurso romper con esa fe insoportable y no querer tener nada más que ver con ella. Por lo tanto, es imprescindible que los niños tengan la oportunidad no solo de escuchar historias bíblicas, sino también de hablar de ellas. Se debe prestar especial atención a las imágenes que representan una historia bíblica. Estas son siempre interpretaciones de la Sagrada Escritura y pueden tener un efecto muy duradero. Los educadores deben tomarse un tiempo extra cuando un niño ve una de esas ilustraciones para poder responder a sus preguntas en detalle.

La Biblia contiene numerosos hechos que pueden ser vistos como crueles. Puede asustar a muchos, cuando Dios ordena exterminar a todo un pueblo, incluyendo niños y animales. La mayoría de los adultos no le leería tales historias a sus hijos o bien las cambiaría por amor a ellos. La experiencia demuestra que si los niños por alguna razón igual encuentran un pasaje bíblico cruel, reaccionan a él de forma muy inesperada. Podría suceder, por ejemplo, que un niño de la historia de Noé no se lleve la sensación de que Dios salva milagrosamente al obediente, sino que desarrolla una imagen horrorosa de un Dios enojado que quiere ahogarlo.

Básicamente, para los niños es importante que el mal sea castigado. La crueldad del castigo no los asusta si con él se restaura el orden mundial. Por lo tanto, el lobo malvado del cuento infantil puede ser rellenado con piedras y se lo puede ahogar. Los niños más bien se inquietarían si el lobo simplemente fuese liberado. Esa incertidumbre también sería una carga para un niño, si una historia describe a Dios como impredecible o arbitrario. Esto puede generar miedos.

Desarrollar la comprensión

Una de las razones por las que las historias bíblicas suelen ser difíciles de entender, especialmente para los niños, es que los textos bíblicos por lo general no están dirigidos a los niños, sino a los adultos. Además, los textos son muy antiguos y se originaron en culturas que ahora nos parecen extrañas. Hoy en día hay visiones del mundo completamente diferentes en las que tenemos que integrar las viejas historias. Incluso las normas sociales de entonces apenas se pueden entender en la actualidad. Además, la Biblia contiene muchas imágenes lingüísticas o místicas, por ejemplo, cuando se explica algo divino o futuro. Sin embargo, los niños no pueden interpretar esas imágenes como tales, sino que las entienden al pie de la letra.

Para el desarrollo de una fe viva es necesario un análisis de los enunciados de las historias. Los niños necesitan una guía que les ayude a hacer conexiones entre las historias bíblicas y su vida actual. Entonces, poco a poco, pueden comprender mejor la fe abstracta y desarrollar una idea sostenible de Dios y su reino. De esta manera, un niño puede conocer la Biblia como un tesoro precioso, con cuya ayuda puede crecer en él una fe maravillosa.

Permitir preguntas

Una influencia decisiva en la primera impresión que una historia causa en un niño es la que ejerce la persona que la lee o la cuenta. Si a ella misma la historia le resulta positiva, se muestra abierta a nuevas percepciones y no teme a las preguntas o dudas, el niño podrá involucrarse mucho más fácilmente que en una atmósfera tensa en la que el niño siente que hay algo negativo que resuena en la historia. Para ello es importante que la persona que la presenta sienta que ha entendido la historia y su mensaje.

El que quiera compartir una historia bíblica con un niño, no debe temer a que surjan preguntas que no pueda responder. Tampoco deberían reprimirse las dudas sobre ciertos aspectos de la fe. Más bien, depende de cómo uno reacciona a ellas. Si el niño experimenta que la falta de comprensión de una determinada situación o un pensamiento de duda no hacen tambalear de inmediato la fe, podrá aprender que las preguntas pueden ayudarnos a avanzar en nuestra fe. De esta manera, más adelante el niño también podrá enfrentar más fácilmente el hecho de que como seres humanos sencillamente no podemos entender a Dios.


Foto: julien leiv - stock.adobe.com

Este artículo fue publicado previamente en la revista “Unsere Familie”, edición 3/2020.

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