Maná triple, agradecimiento simple

El pan material, el pan del cielo y el pan compartido por todos: El cristianismo reconoce tres tipos de maná. Lo que tienen en común es la forma de dar gracias por él, y esto tiene poco que ver con las palabras.

“Y Jehová dijo a Moisés: He aquí yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no”. El Servicio Divino del 18 de agosto de 2024 en Dar es Salaam (Tanzania) giró en torno a este pasaje bíblico de Éxodo 16:4.

Maná, el pan en el desierto

El contexto bíblico: Para que Israel pudiera sobrevivir en el desierto, Dios dio al pueblo el maná junto con instrucciones sobre cómo recogerlo: una porción al día y una porción doble únicamente el sexto día. “Ese fue el comienzo del mandamiento sobre el día de fiesta, el día de reposo, el día del Señor”, dijo el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider.

El pueblo debía dar gracias obedeciendo los mandamientos de Dios. Pero los israelitas se aburrían con el maná y añoraban las ollas de carne de Egipto. Ignoraban el hecho de que allí habían vivido como esclavos.

El alimento, el pan de cada día

“Este maná dado por Dios es una imagen de nuestro alimento material”, explicó el Apóstol Mayor. “Todo viene de Dios. Él cuida de su creación”.

Quien toma conciencia de ello, es agradecido y cumple los mandamientos. Entre ellos, “haz con tu prójimo lo que quieras que él haga contigo”. Y “honramos el domingo, el día del Señor. Santificamos este día y lo consagramos a Dios”.

“El que comete pecados, puede permitirse cometer muchos. Y la vida parece más interesante, más excitante, en otras palabras, más placentera”. Pero “estas personas son prisioneras del pecado. El que hace la voluntad de Dios puede ser libre. No queremos volver a la esclavitud”.

Jesucristo, el pan del cielo

Jesucristo se describe a sí mismo como el “verdadero pan del cielo” y “el pan de vida”. Esto significa que “para alcanzar la vida eterna, hay que aceptarlo a Él, el Hijo del Dios viviente, y creer en Él”, explicó el dirigente de la Iglesia.

“Para recibir este pan, hay que aceptar su palabra y creer en ella”. Pero “no basta con leerlo en la Biblia. Hay que escuchar la prédica. Y por eso asistimos a los Servicios Divinos”.

“Queremos recoger la comida de la manera correcta: confiemos en Jesús y hagamos su voluntad, no la voluntad de otro”, fue el llamamiento. “¡No vuelvas a ser prisionero del pecado!”.

La Santa Cena, el pan de la participación

En su primera epístola a los Corintios, el Apóstol Pablo habla del pan del que todos participan: el cuerpo y la sangre de Cristo, es decir, la Santa Cena. “Lo necesitamos para fortalecer nuestra comunión con Dios, para asemejarnos cada vez más a Jesucristo y para prepararnos a su retorno”.

Sin embargo, “para recoger este alimento de la Santa Cena, debemos observar las reglas dadas por Dios”, enumeró el Apóstol Mayor:

  • El Sacramento despliega todo su efecto en relación con el apostolado, tal como Jesús lo confió a los Apóstoles.
  • El perdón de los pecados es un requisito indispensable para recibirlo dignamente. Para ello se requiere un auténtico arrepentimiento, la determinación de cambiar y la voluntad de unidad entre los creyentes.
  • Debe celebrarse en memoria de Cristo. Esto incluye reflexionar sobre las preguntas: ¿Qué significa para mí el sacrificio de Jesús? ¿Qué consecuencias extraigo para mí?

La conclusión del Apóstol Mayor: “Damos gracias a Dios por nuestro pan de cada día obedeciendo su ley. Creemos en Jesucristo, oímos el anuncio del Evangelio y lo ponemos en práctica. Celebramos la Santa Cena con regularidad y dignamente”.

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Andreas Rother
09.10.2024
apóstol mayor, servicio Divino