Un pionero de la nueva tradición

En aquella época todavía existía Silesia, un hermoso paisaje a ambos lados del río Oder, en Alemania. Allí y en Berlín estuvo activo el número cuatro del registro de Apóstoles de la Iglesia Nueva Apostólica, Johann August Ludwig Bösecke que nació hace 200 años.

Schwedt an der Oder, en Brandeburgo (Alemania), fue su lugar de nacimiento. Allí vio la luz Johann August Ludwig Bösecke, tal como era su nombre de Bautismo completo, el 14 de abril de 1821. De joven se fue a Berlín y trabajó allí como zapatero independiente y comerciante de porcelana. Según la costumbre de esos tiempos, asistía a algún Servicio Divino de vez en cuando. Pronto conoció la Iglesia Católica Apostólica y se unió a ella. Pero a fines de 1862 se produjeron considerables tensiones, sobre todo en relación con la continuidad del apostolado. En 1863, se separaron los antiguos y los nuevos Apóstoles. Se desarrollaron en paralelo dos comunidades apostólicas. Ludwig Bösecke se decidió por la nueva dirección y, con sus cuarenta años, estaba dispuesto a asumir responsabilidades.

De Berlín a Hamburgo y de regreso

No había ninguna comunidad nuevoapostólica en Berlín, solo una en Hamburgo. Esa comunidad estaba dirigida por el Apóstol Carl Wilhelm Louis Preuss. Así que Bösecke tenía que viajar a Hamburgo cada tanto si quería asistir a un Servicio Divino. Allí, el 30 de octubre de 1864, tuvo lugar el llamamiento de un profeta, como era habitual en aquella época: un profeta alzó la voz para comunicar en nombre de Dios asuntos importantes a la comunidad reunida. Así fue también ese día. El conocido y muy influyente profeta Heinrich Geyer llamó al ministerio de Apóstol a cuatro hombres: Ludwig Bösecke, Johann Christoph Hohl, Heinrich Ferdinand Hoppe y Peter Wilhelm Louis Stechmann. Al mismo tiempo, recibieron su propio campo de trabajo. Bösecke iría a Silesia, Bohemia, Polonia y Lusacia para fundar allí nuevas comunidades.

Pero el alumno siguió estando cerca de su maestro: Bösecke siguió viajando entre Berlín y Hamburgo para aprender pacientemente las tareas de un Apóstol de su mentor Preuss. En la venerable capital del imperio, Berlín, pronto pudo establecer una pequeña comunidad. Los primeros Servicios Divinos se celebraron en su taller de zapatero participando hasta 20 creyentes.

De Berlín a Breslau y de regreso

Luego, en 1872, partió hacia la provincia de Silesia. Su encargo como Apóstol lo exigía. La propia Silesia era diferente de la cosmopolita ciudad de Berlín: rural, idílica, católica. Le esperaba una difícil labor misionera. Años más tarde, su hijo Conrad relató sobre estos primeros años: “Para poder financiar su viaje y comenzar a trabajar allí, renunciamos a nuestro apartamento en un sótano en Berlín, donde mi padre había trabajado como zapatero autónomo, y vendimos parte de nuestros enseres domésticos. Mi madre y yo nos mudamos a casa de unos hermanos en la fe que, como ya no teníamos medios, nos acogieron gratuitamente y nos ayudaron en parte a alimentarnos. Yo ya no podía ir a la escuela porque no teníamos dinero. Es cierto que antes no éramos ricos, pero a partir de allí comenzó para nosotros un tiempo de las más amargas necesidades”.

Para el Apóstol de Silesia, había dos tareas que ahora eran igual de importantes: un comienzo completamente nuevo para él y su familia, y el trabajo misionero para su Iglesia con el objetivo de fundar nuevas comunidades. Con el primer paso tuvo éxito en el mismo año: el Apóstol pudo ponerse al día con su familia. Encontraron su nuevo hogar en Schönau (hoy Świerzawa, Polonia). Allí el Apóstol alquiló una pequeña habitación en una posada para celebrar regularmente Servicios Divinos. Los comienzos fueron difíciles, pero pronto se formó una pequeña comunidad. Entre ellos se encontraba el zapatero Ernst Traugott Hallmann, que unos 25 años después también estaría activo como Apóstol. En ese momento tenía solo 19 años y estaba muy conmovido por los Servicios Divinos.

Otro pionero creció en la pequeña comunidad de Schönau: Ernst Obst. Más tarde, tras la muerte del Apóstol, fue nombrado su sucesor y Apóstol para Silesia.

De Breslau a Berlín y de regreso

En 1878 el Apóstol Bösecke regresó a Berlín. La comunidad nuevoapostólica de allí casi se había disuelto, quedando solo diez miembros. Bösecke llamó primero a su amigo y Pastor Ernst Traugott Hallmann de Silesia a Berlín. Debía dirigir la comunidad de Berlín y ayudarla a tomar un nuevo impulso. El propio Bösecke enfermó y regresó a Silesia en 1883. Luego, él y su familia vivieron junto a su hijo Conrad en Breslau. Los viajes a Berlín ya no le eran posibles debido a su débil salud. Por ello, en 1884 le pidió al Apóstol Friedrich Krebs que asumiese la responsabilidad de la comunidad de Berlín.

También era imperioso que el Apóstol estuviese más tiempo en Silesia: durante su ausencia, el profeta Geyer había fundado su propia comunidad y buscaba por todas partes ganarse nuevos miembros. Y tuvo mucho éxito, ya que solo unos pocos miembros de la comunidad permanecieron con el Apóstol Bösecke. ¡Qué amargo habrá sido para él perder a gran parte de la comunidad al final de su vida!

A mediados de la década de 1880, el Apóstol ya no pudo emprender ningún viaje y se vio obligado a limitar su actividad a Breslau. Allí murió el 2 de agosto de 1886 a la edad de 65 años. Su contribución pionera a la fundación de la Iglesia Nueva Apostólica en Berlín y Silesia sigue siendo inolvidable.

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Peter Johanning
14.04.2021
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