El futuro a la vista y bajo control

Reinar con Cristo significa ser dueño del propio destino. Jesús lo hizo. En un Servicio Divino, el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider explicó cómo la vida de Jesús puede ser un ejemplo para los creyentes de hoy.

Más de 1.000 participantes dieron la bienvenida al Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider en el Servicio Divino en Dolisie (República del Congo) el 3 de febrero. La prédica en francés en el área de actividad del Apóstol de Distrito Mark Woll fue traducida en el altar al kituba, la lengua franca de la República del Congo.

La base del Servicio Divino fue la palabra bíblica de Juan 16:28: “Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre”. “La palabra que tenemos hoy resume la existencia de Jesús en esta tierra”. En su prédica, el dirigente de la Iglesia internacional iluminó este resumen.

Salido del Padre

Jesús salió del Padre, pero ¿cómo lo supo? “Me imagino que su madre María se lo dijo en algún momento”, dijo el Apóstol Mayor. Y en el Bautismo y la transfiguración de Jesús, Dios dijo: “Este es mi Hijo amado”.

“Fuimos elegidos antes de la fundación del mundo”, dijo el Apóstol Mayor. “Nuestra madre, nuestro padre, nos lo dijeron. Lo oímos en la escuela dominical. Lo oímos en los Servicios Divinos”. Y “cuando fuimos bautizados con agua y Espíritu, el portador de ministerio y el Apóstol nos dijeron: ‘Ahora eres hijo de Dios’”. El Espíritu Santo también nos recuerda regularmente que somos hijos de Dios.

Venido al mundo

Ningún trato especial: Jesús “conoció la vida normal de un ser humano, con todas sus alegrías, penas, sufrimientos y la muerte. No le fue ahorrado nada. Vino al mundo gobernado por el mal y experimentó los ataques del maligno”. Los hijos de Dios tampoco reciben un trato especial: “Vivimos en el mundo y sufrimos las consecuencias de la caída en el pecado. No somos más sanos que los demás. No somos más ricos que los demás. No tenemos menos preocupaciones que los demás”.

“Mi reino no es de este mundo”, dijo Jesús. Porque “Él no ha venido a poner orden y castigar al pecador, sino a salvarlo”, explicó el Apóstol Mayor. “Jesús no quiere separar, quiere unir”. Los cristianos también tienen un encargo de Dios: “Debemos ser la luz del mundo y los testigos de Jesús”. En consecuencia, “nuestro encargo no es reinar sobre este mundo”. Sino que “no solo prediquemos, demos testimonio de Cristo con nuestro comportamiento”.

Otra vez al Padre

Con el cuerpo resucitado, Jesús pudo dejar el mundo y volver a su Padre. “Esta es nuestra meta”, dijo el director de la Iglesia. “Una vez cumplida nuestra misión, queremos entrar en el reino de Dios”. Jesús murió sin pecado, pero “no podemos decir lo mismo de nosotros”. Aun así, no es imposible: “Queremos liberarnos del dominio del pecado. Dejar el mundo significa renunciar cada vez más al pecado y ser cada vez más semejantes a Jesús”.

Reinar sobre la propia vida

“Jesús tenía esa meta y nadie pudo impedir que la alcanzara”, dijo el Apóstol Mayor. “Nadie pudo impedir que volviera al Padre”. También hoy los hermanos y hermanas en la fe pueden ser dueños de su propio destino, reinar sobre su vida y alcanzar su meta de la comunión eterna con Dios. Y esto mediante:

  • La intercesión de Jesús: “Él ora por nosotros. Ruega sobre todo para que nuestra fe no falte”.
  • La fe: “Si quieres reinar sobre tu vida, debes mantener la fe hasta el final. Fe significa confiar en Dios incluso cuando no lo ves, incluso cuando no lo entiendes”.
  • La confianza en Dios: “Jesús nos ayuda a reinar sobre nuestra vida fortaleciendo nuestra fe. Y esta fe nos permite confiar en Dios”.
  • El amor: “Si queremos seguir siendo dueños de nuestro destino y de nuestra vida y llegar adonde deseamos, nuestra prioridad es, como cantó antes el coro: ‘Quiero amarte aún más, oh mi Señor’. Lo que hacemos, lo hacemos por amor a Dios”.
  • La humildad: “Si queremos entrar en el reino de Dios y seguir siendo dueños de nuestro destino, debemos ser humildes”.
  • La fuerza de Dios: “Si queremos seguir siendo dueños de nuestro destino, si queremos seguir siendo fuertes, necesitamos las fuerzas de Dios”, explicó el Apóstol Mayor. “Necesitamos recibir la palabra de Dios y la Santa Cena”.

En conclusión, el Apóstol Mayor dijo: “Queridos hermanos y hermanas, Cristo nos ha dado un ejemplo. Nos ha mostrado cómo servir y cómo seguir siendo dueños de nuestra vida. Creemos que somos hijos de Dios y tenemos el encargo de servir a Dios. Y para ello, queremos dejar este mundo y entrar en el reino de Dios. Para seguir siendo dueños de nuestro destino, necesitamos fe. Confiamos en el amor de Dios y en su palabra. Nos motiva el amor de Cristo, no el interés propio. Permanecemos humildes para recibir su gracia. Y seguimos a Cristo a través del apostolado. Haciéndolo, alcanzaremos la meta que queremos alcanzar”.

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