Lidia: una mujer convertida al cristianismo
De hecho es interesante que en un mundo dominado por hombres se resalte, justamente, la figura de una mujer. Es Lucas, el que en los Hechos de los Apóstoles de su autoría, la coloca en un lugar especial: el primer cristiano en Europa es una mujer llamada Lidia.
Lidia era una vendedora de púrpura que vivía en Filipos, Grecia. Hoy se la considera una figura representativa de la aceptación de la fe en Cristo por la difusión del Evangelio. En Hechos 16:14-15, el texto versa: “Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos”.
El encuadre histórico de esta escena es interesante. Pablo, como buen misionero, primero visitaba los principales centros del país en el que activaba. Por eso, en su segundo viaje misionero que lo llevó a Grecia se dirigió a Filipos, Tesalónica y Corinto, todas ellas ciudades que se consideraban importantes centros del comercio y la cultura. Un poco más adelante visitó Atenas. En aquel entonces, esta ciudad era el centro de la actividad intelectual de los países del Mediterráneo.
Una mujer inteligente y exitosa
Cuando apenas se iniciaba la difusión del Evangelio, Pablo y sus acompañantes llegaron a Macedonia, una provincia romana en el noreste de Grecia. En estas tierras dejadas de la mano de Dios se encontraron en Filipos con un grupo de mujeres delante del muro que rodeaba la ciudad. Era sábado y las mujeres oraban. Una de ellas era Lidia, una mujer de negocios emancipada e inteligente que comerciaba exitosamente con púrpura. No era judía, pero según el uso lingüístico de la aquella época era “temerosa de Dios”, es decir una mujer gentil que participaba del servicio judío dedicado a Dios en la sinagoga y que cumplía la ley de Moisés. Su negocio debe haber sido lucrativo, en primer lugar porque en aquella época la púrpura era una sustancia costosa que se obtenía únicamente de las glándulas de un caracol marino que lleva el mismo nombre. Se la empleaba ante todo para teñir telas. En segundo lugar, el pasaje bíblico habla de Lidia con mucho respeto. El texto dice que respetaba lo que Pablo decía. Y ella se dejó bautizar. De este modo fue la primera en Europa en convertirse al cristianismo.
¿Qué sabemos sobre esta mujer? El nombre Lidia denota procedencia, es lo que se llama un ethnikon. Lidia es, por lo tanto, una mujer proveniente de la región de Lidia, o también una mujer lidia si queremos usar un adjetivo gentilicio. Lidia es un paraje de Asia en la que entonces era una provincia romana al oeste de la actual Turquía. Los pocos versículos que podemos leer en Hechos ofrecen llamativamente muchos datos personales: nos dan su nombre, su profesión, su procedencia, el lugar donde vive, su religión y otros detalles sobre la forma en que vive. Abundante información que, entonces, con cuya ayuda el lector actual pueda situar a esta primera cristiana europea en cierto punto de la historia social.
Hoy, en las ruinas de Crénidas -como antiguamente se llamaba Filipos- a orillas del río Gangas, encontramos un lugar en forma de cruz donde se bautizaba con acceso al agua, y una línea ascendente de bancos para sentarse (foto: Ian W. Scott / CC BY-SA 3.0). Este lugar se relaciona tradicionalmente con el bautismo de Lidia. Muy cerca también se construyó una capilla de bautismos en su honor. La Iglesia ortodoxa griega venera a la mujer que describimos como santa.
La fe es un don de Dios
La Biblia explica que Lidia ruega a Pablo con palabras muy enérgicas, que entre a su casa y se quede. Parece ser que la joven comunidad cristiana de Filipos se reunía en su casa, porque cuando Pablo y Silas cumplieron su pena de prisión en la cárcel de la ciudad, se encontraron con la comunidad al entrar a la casa de la mujer. Lidia representa la acogida, el recibimiento, ya que acoge al enviado de Dios y la palabra divina que él difunde. En consecuencia, Dios le donó la fe.
La fe, tal como explica el suceso relacionado con Lidia, es un don de Dios.
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Peter Johanning
18.07.2016
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