Mejor juntos que solos

Varias personas están sentadas juntas participando de un círculo de conversación. El moderador les pide que mencionen las fortalezas y debilidades del otro. Un método muy usado para conocerse unos a otros.

Descubrir los rasgos especiales del carácter del otro no es tan sencillo. Pues, al fin y al cabo, cada uno tiene sus huellas digitales distintivas. Uno tiene fortalezas como paciencia, poder escuchar bien, empatía, otro tiene debilidades como testadurez o arrogancia. A veces alguien tiene de todo un poco y no se lo conoce por lo uno ni lo otro.

Quién es Jesús, todos quieren saberlo. El Hijo de Dios, dicen los cristianos. ¿Pero qué significa concretamente? Los rasgos característicos especiales de Jesucristo están mencionados en las Escrituras: fue Príncipe de Paz, conciliador, escuchaba a los demás, brindaba orientación, sentía compasión, multiplicaba el pan, fue defensor, ayudador, obrador de milagros y señales, ejemplo, sanador, resucitaba a los muertos, transmitía salvación. La forma en la que vivía y obraba es un ejemplo elocuente de cuánto se podía implicar en las preocupaciones y necesidades del prójimo. En los Servicios Divinos de febrero se tematizan algunas vivencias bíblicas.

¿Sentirse solos? No con Jesús

Había una vez una mujer mayor que había perdido a su único hijo. Las Escrituras informan sobre este hecho trágico, inquietante, triste. Jesús está inmerso en esas circunstancias. Sufre con ella. Su corazón está lleno de compasión: "Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad. Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores" (Lucas 7:12-13). Había perdido a su esposo y a su hijo, peor no podía irle. Pero Jesús brinda ayuda sin preguntar por la fe de la viuda.

¡Ah, si los hombres tuviesen ese poder! Pero momento, ¿qué haríamos? Suponiendo que tuviésemos la posibilidad de estar al lado de los demás, ayudarles, darles fuerzas, estar cerca, devolverles la alegría de la vida, ¿lo haríamos? ¿Superaríamos el nivel de los "lamentos" para pasar al nivel de la ayuda, de entregarse al otro, de apoyarlo? Jesús dio ese ejemplo: Él se acercó, consoló, ayudó. La compasión se convirtó en palabras, las palabras en obras.

El que tiene presente el seguimiento a Jesús, también se ocupa de los demás. Ser discípulos de Cristo no es recorrer el camino solos.

¡Dile sí al Señor!

Morir con Él, vivir con Él. Es una respuesta del Evangelio al egoísmo de esta época. Sufrir juntos, vivir alegrías juntos, estar juntos en el camino, así es el seguimiento a Jesús. Esto también comprende la lucha de todos juntos contra el pecado. Justamente hoy, donde con frecuencia se le resta importancia al pecado, el recordar conjuntamente los viejos valores y las verdades bíblicas es inmensamente importante. Ser fieles en la fe, eso es lo que importa.

Al mismo tiempo, sigue siendo válido que la conducta equivocada del hombre no afecta la fidelidad de Dios. Aunque los hombres cometan errores, Dios sigue siendo fiel. Nuestros errores no ponen en tela de juicio su amor a nosotros. Jesús es nuestro abogado fiel. Para Él cuenta que nos mostremos decididos a estar con Él en comunión y nuestro esfuerzo para lograrla, más que el resultado que se obtenga.

¡Dios puede más!

Todas estas experiencias de ser aceptados por Dios, de ser conscientes de la cercanía de Cristo, llevan a la confesión: ¡Dios puede más! Él quiere la salvación eterna del hombre. Quiere que sus seguidores estén para siempre alrededor de Él. La samaritana de Juan 4 –otra vez una mujer– nos enseña a llevar este testimonio hacia afuera. Va hasta su familia, hasta su pueblo y cuenta por todas partes: allá afuera en el pozo está sentado el Mesías. Sus expresiones auténticas surten efectos y logran despertar la curiosidad de los vecinos, que se acercan con ella hasta Jesús y lo escuchan. La palabra de Jesús los convence y lo invitan. Permanece entonces durante dos días en su ciudad. La mujer dio el impulso y después ellos pudieron vivir al Señor con sus propios sentidos.

Los cristianos no deben darse por satisfechos con haber encontrado la salvación en Jesús, sino que deben seguir siendo misioneros y confesar a Jesús como el Salvador del mundo.



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Peter Johanning
31.01.2019
servicio Divino