Una tendencia que produce tristeza

El 20 de junio se celebra el Día Mundial de los Refugiados, instaurado por las Naciones Unidas. Tradicionalmente, este día se utiliza para promover la solidaridad con los refugiados. Actualmente, el ACNUR lanza una advertencia especial sobre la indiferencia reinante.

Más de actualidad que nunca

Desde hace más de diez años, una frase de los medios de comunicación solo necesita actualizarse cada año en curso: “Nunca antes había habido tanta gente huyendo como en 20xx”. El hecho de que el número de refugiados se haya duplicado en este último tiempo apenas es conocido por el gran público.

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) fue fundado en 1950 para ayudar a millones de personas que habían perdido sus hogares durante la Segunda Guerra Mundial. Según el plan original, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas solo debía existir tres años y disolverse una vez terminada su labor.

Sin embargo, las crisis mundiales y las situaciones de emergencia hicieron que el organismo de las Naciones Unidas siga existiendo 70 años después y tenga que dar cuenta de nuevas cifras récord en cada informe anual.

Cifras récord y destinos individuales

Según la agencia para los refugiados, más de 117 millones de personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares y huir en 2023. El 40% de estas personas son menores de 18 años. En general, este destino golpea con especial dureza a los jóvenes, que se ven despojados de su futuro. En los últimos años, un promedio de 339.000 niños al año ha nacido durante la huida. En contra de algunas opiniones vehementemente expresadas, está claro, sin embargo, que ninguna de estas personas huye sin motivo. “Estas cifras drásticas y crecientes ocultan innumerables tragedias humanas”, afirma Filippo Grandi, el onceavo Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, ya sean guerras, persecución de minorías, hambrunas o catástrofes naturales cada vez más frecuentes. Las razones de la huida no tienen absolutamente nada que ver con el turismo.

Huir significa dejar atrás el hogar, la familia y los amigos y partir con lo estrictamente necesario. Huir significa no saber lo que depara el futuro y vivir, incluso sobrevivir, en la calle, en el mar, en refugios de emergencia y en tiendas de campaña, así como experimentar la indiferencia o incluso el rechazo.

Dios como ayuda en la huida y como refugiado

Cualquiera que señale que se trata principalmente de una cuestión de política mundial y no de fe cristiana, sencillamente ignora su fundamento: la Biblia.

El éxodo de Israel de la esclavitud de Egipto tiene un impacto duradero en la imagen de Dios liberador y acompañante en el desierto. Pero los textos bíblicos también se caracterizan en gran medida por experiencias de migración. El refugiado económico Abraham, que se refugió en Egipto con todas sus posesiones. O Jacob y David, que temieron por su vida y por eso huyeron. La historia de Lot, que huyó de Sodoma en llamas. Noé huyó con su familia de un desastre natural. La lista de refugiados que relatan las Sagradas Escrituras es mucho más larga. La huida de José y María con Jesús recién nacido nos recuerda que Dios mismo se convirtió en refugiado en la persona de Jesús.

“¿Qué puedo hacer?”

El individuo se da cuenta muy bien de que su propia voluntad de ayudar puede ser ilimitada, pero que la ayuda realmente posible tiene sus límites. Esto no significa que debamos proceder según el lema: “Si no puedo ayudar a todos, no ayudaré a nadie”.

Muchos pasajes bíblicos describen cómo debemos tratar a los forasteros. Una buena imagen es la del juicio de las naciones en Mateo 25:35 ss. En el forastero necesitado de ayuda, nos encontramos con Cristo, Dios, y tenemos la opción de aceptarlo o rechazarlo.

El Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider subrayó lo importante que es volverse activo en el amor al prójimo: “Nosotros estamos en el nuevo pacto, donde solo cuenta una cosa para alcanzar la salvación: la fe que obra por el amor”.

La relevancia del compromiso social también se describe claramente en el Catecismo:

La Iglesia Nueva Apostólica está comprometida con el Evangelio y los mandamientos de la ética cristiana. Por lo tanto, ve entre sus funciones “la práctica del amor al prójimo" en bien de los seres humanos sin consideración de sexo, edad, color de piel, nacionalidad ni religión. De manera tal, en el marco de las posibilidades ofrece asistencia a personas que se encuentran en situaciones difíciles de la vida. Esta tarea está sustentada por el compromiso voluntario de colaboradores de las comunidades, pero también brindando asistencia material.

En este sentido, la Iglesia realiza numerosos proyectos en colaboración con diversas organizaciones de ayuda.

Pero también es responsabilidad del individuo practicar el amor al prójimo siempre que sea posible. O como dice Grandi: “Nadie huye voluntariamente, pero podemos decidirnos a ayudar a estas personas de forma totalmente voluntaria”.


Foto: Bilal - stock.adobe.com

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