Obras maestras del amor

“Cuán hermosas son tus obras”, dice el cántico. Pero, ¿cuáles son exactamente las obras de Dios? De eso tratan los domingos de octubre. Pequeño adelanto: Padre, Hijo y Espíritu Santo comparten el trabajo.

Dios es el Creador de todas las cosas, del cielo y de la tierra, del mundo espiritual y del material. Y esto no solo se refiere al acto original de la creación, es decir, al pasado, sino también al presente y al futuro.

“Él hace producir el heno para las bestias, y la hierba para el servicio del hombre”, dice el pasaje bíblico del primer Servicio Divino dominical del mes (Salmos 104:14-15). En otras palabras: Dios no deja a la creación librada a sí misma, sino que la sostiene en su mano.

Y luego están el cielo nuevo y la tierra nueva que Dios ha prometido crear. Ya sea ayer, hoy o mañana, la creación de Dios y sus criaturas siempre merecen ser valoradas.

Enviados por el enviado

La encarnación de Dios en Jesucristo es sin duda una de las obras más grandes de Dios. “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”, explica el pasaje bíblico del segundo domingo de octubre (Juan 3:17).

Aquellos que creen en Jesucristo y lo siguen son ellos mismos enviados al mundo para hacer tangible el amor de Dios, anunciar el Evangelio y ayudar a las personas para que puedan acceder en la Iglesia a la salvación.

Imagen en desarrollo

El Servicio Divino del tercer domingo se centra en la obra que Dios realiza a través del Espíritu Santo, la renovación del ser humano: “Somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”, describe el texto bíblico del tercer domingo (2 Corintios 3:18).

La transformación comienza con el Bautismo, que convierte al creyente a la imagen –todavía imperfecta– de Cristo. Recibe la posibilidad de una vida nueva, una vida del Espíritu Santo. Y al final de este desarrollo está la perfecta armonía con el trino Dios en la nueva creación.

Dejar que la luz alumbre en todas partes

Las obras de Dios no se limitan en absoluto a este mundo. Así lo demuestra el Servicio Divino del cuarto domingo de octubre bajo el pasaje bíblico: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16).

Las obras de Jesucristo, toda su existencia, dan testimonio de la naturaleza de Dios. Dejó que su luz alumbrara tanto a los vivos como a los muertos. Llenos del amor de Cristo, los creyentes desean la salvación de todas las almas, incluso en el más allá. Este deseo los motiva a interceder por los difuntos.

“Para que nuestra intercesión sea creíble, nuestras obras deben coincidir con nuestras oraciones”, subraya el Apóstol Mayor: ¿Cómo podríamos orar por la salvación de los difuntos si nosotros mismos no brindamos perdón y atención a los vivos?


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Andreas Rother
03.10.2024
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