La religión sustituta que destruye

Una cosecha abundante, muchos bienes, una vida holgada, pero al más allá llegó con las manos vacías. El “rico insensato” es una historia vieja, ¿no? ¡Para nada! Qué tiene que ver esta parábola con la neuroteología y el neuromarketing.

AWG es la abreviatura de una empresa textil de descuentos. El folleto publicitario que acaba de llegar a casa reformula este acrónimo en una promesa: “Alle Werden Glücklich” (en español, Todos Serán Felices).

Eslóganes como este son sintomáticos de una época en la que, de lejos, la mayor religión del mundo lleva el nombre de “capitalismo”. Donde el cuidado del alma se celebra en el templo del consumo, ya sea como terapia de compras o comprar por diversión. Donde la culpa viene de la deuda y el producto trae la redención. Y donde también hay empresas cristianas en las que el balance parece más importante que el mensaje.

La idolatría moderna

Esta observación no es una polémica de fanáticos religiosos enemistados con el mundo, sino que desde hace mucho la constatan filósofos ilustrados críticos: “En el capitalismo puede verse una religión”, como afirmaba ya en 1921 el judío secularizado Walter Benjamin, pues “el capitalismo sirve esencialmente para satisfacer las mismas necesidades, tormentos e inquietudes”.

Y 50 o 60 años después, el psicólogo social Erich Fromm, crítico con la religión, fue más allá: “Como forma colectiva y poderosa de idolatría moderna encontramos el culto al poder, al éxito y a la autoridad del mercado”.

Científicamente demostrable

Estas conclusiones son también algo más que posiciones ideológicas. Ahora constituyen hechos científicamente comprobados: La neuroteología y el neuromarketing son los nombres que reciben las ciencias que se encuentran en la intersección del “discurso sobre Dios” y la “enseñanza para las ventas”, respectivamente, con la investigación del cerebro.

Desde los años 1980 y 2000, respectivamente, los investigadores de estas disciplinas han utilizado las herramientas clásicas de la neurología para investigar lo que ocurre en la mente de los creyentes o de los consumidores: “Lo que me sorprendió por completo fueron los paralelismos entre la religión y las marcas fuertes”, afirma el autor especializado danés y gurú del marketing Martin Lindstrøm, resumiendo los resultados que ha obtenido de ambas disciplinas.

Lo que Jesús sabía hace mucho

Esto demuestra la actualidad de la parábola de Jesucristo de hace 2000 años transmitida en Lucas 12. Razón de más para mirar más de cerca: ¿Qué hizo mal el pobre agricultor rico? No es que se haya ganado el éxito a fuerza de su trabajo, no es que haya practicado el almacenamiento, sino el hecho de vincular su tranquilidad a la riqueza: “Alma, repósate”.

En griego, “psyche” quiere decir alma y “anapauo”, reposo. Una significa la vida interior del hombre, su personalidad e identidad, la otra significa la misma paz que Jesús promete en otro lugar a los trabajados y cargados. "Guardaos de toda avaricia", advierte Cristo en el preludio de la parábola del rico insensato. Y no está hablando de la codicia (“philargya”), el deseo de retener lo que se tiene, sino de la “pleonaxia”, la adicción a acumular más y más.

Este mundo es solo el principio

Y en un abrir y cerrar de ojos, volvemos a estar en medio de un turbo-capitalismo que maximiza los beneficios y lo consume todo. Volvemos a los “límites del crecimiento” que el Club de Roma, una asociación de científicos de diversas disciplinas, reclamaba ya en los años 1970. La manía del crecimiento que desde hace tiempo ha demostrado ser la causa de la explotación destructiva de los recursos naturales y humanos. Así que este es el efecto del líder del mercado. ¿Y qué ofrece la competencia?

Los científicos también lo han estado investigando como mínimo desde la década de 1970. Según estas investigaciones, los creyentes llevan una vida más sana en promedio que los no creyentes, experimentan más apoyo en su entorno social y disfrutan de una atención sanitaria más personalizada en familias más sanas. Y un metaestudio gubernamental de Gran Bretaña concluye que la religiosidad, al menos, no hace daño en el 13% de los casos, pero tiene un efecto positivo en la salud mental en el 84% de los casos.

Sin embargo, estos hallazgos solo afectan a este mundo. Todavía no se ha hecho mención de aquello que perdura en el más allá. Pero eso no es tan fácil de entender científicamente. Aquí solo la fe puede ayudar.


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Andreas Rother
18.08.2021
Biblia