En foco 6/2020: Ser libre en Cristo significa aprender a amar
¿Es mejor cortar una hermosa flor y llevarla a casa o regarla para que nos alegre permanentemente? El Apóstol de Distrito Enrique Minio de Argentina tiene una respuesta.
Reflexionando sobre la hermosa frase que nos regaló nuestro Apóstol Mayor como lema para este año surgió en mí el pensamiento de la diferencia que existe entre querer y amar. Son ambos sentimientos que parecen iguales, pero, sin duda, son distintos. ¿Cuál es la diferencia?
Muchas veces confundimos el amar con el querer o viceversa.
Querer es esperar y aferrarse a personas o cosas desde la visión de nuestras necesidades. Implica el deseo de poseer algo o a alguien. Cuando se trata de personas, si el sentimiento no es recíproco hay frustración, decepción …
Amar es desear lo mejor para el otro, aunque tenga intereses o motivaciones muy distintas. Cuando amo dejo que el otro sea libre, aun cuando sus caminos sean diferentes al mío. El amor es desinteresado e implica que doy todo sin esperar nada, sin condiciones.
Una antigua enseñanza oriental toma a la flor como ejemplo. Si la quieres la cortarás para tenerla contigo, pero, si la amas, la regarás y cuidarás cada día.
Solamente podemos amar lo que conocemos. Dios nos conoce plenamente y nos ha regalado la posibilidad de lograr una heredad en gloria. Bajo el obrar de su palabra, Dios desea que podamos conocerlo cada día más para que lo amemos y al amarlo a Él amemos a nuestro prójimo. A través de la actividad del Espíritu Santo nos enseña a amar y en este tiempo de gracia nos da la posibilidad de intentarlo nuevamente cada día.
Cristo nos hace libres porque nos ama, nos cuida, nos permite decidir por su amor libremente, no es coercitivo, nos enseña, nos amó antes de la fundación del mundo, entregó su vida por nosotros y dejó establecido el camino para que, si lo deseamos, en plena libertad podamos estar eternamente con Él.
El Apóstol Pablo en su epístola a los Corintios describe algunas de las características del amor: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Corintios 13:4-7). Una medida para saber si estamos siendo libres en Cristo es analizar nuestro ser interior y verificar si realmente estamos amando a Dios y a nuestro prójimo.
Foto: INA Sud América