Reglas de juego en el camino hacia la salvación

Solo quien realmente lo desea puede ganar una competencia deportiva. Y solo quien realmente lo desea puede ganar la salvación por medio de Jesucristo. Como en el deporte, también en este camino hay reglas que observar. El Apóstol Mayor las explicó en un Servicio Divino.

“Un atleta es alguien que se esfuerza constantemente”, dijo el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider en un Servicio Divino el 28 de junio de 2024 en Bulawayo (Zimbabwe), en el que no solo se habló de competencias deportivas. El atleta “acepta el sufrimiento para ganar la competencia. Quiere superarse a sí mismo. Toda su vida está determinada por la competencia. Presta atención a lo que come y bebe. La forma en que organiza su vida y su día, todo gira en torno a la competencia porque quiere ganar”.

¿Y qué tiene que ver la fe con esto? El Apóstol Mayor utilizó un pasaje bíblico deportivo como base para el Servicio Divino: “Y también el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente” (2 Timoteo 2: 5). La gracia es ser hijo de Dios y alcanzar la gloria de Dios en algún momento. Nadie se lo gana y, por otro lado, Dios no obliga a nadie a hacerlo. Por eso, “solo concede la salvación a quien realmente la desea”. Y “tu voluntad, tu decisión de ser redimido, se medirá por los esfuerzos que hagas para serlo”.

Por lo tanto, al igual que un atleta, debemos esforzarnos por ser salvados por Dios. “Esto es lo que debemos hacer para ser salvos: Toda nuestra vida debe estar definida por nuestra salvación”.

Lo importante es que “no se trata de una competencia en el sentido de que uno será mejor que otro y solo los mejores entrarán en el reino de Dios”. Pero la imagen de la competencia también encaja, porque en todos los deportes se aplica que “no basta con ser bueno. Tienes que atenerte a las reglas, de lo contrario no puedes ganar”. El Apóstol Mayor pasó a explicar qué reglas deben observarse para ganar la salvación.

Regla número uno: la fe

“Debes creer en Dios y en Jesucristo”, es la primera regla. Significa “que confíes en Dios y creas en su palabra, aunque no lo veas y no lo entiendas. Sin fe, es imposible llegar a Dios”. Esta fe incluye creer en la palabra de Dios y en su amor. Y “debemos creer en su enseñanza y en su promesa de que vendrá otra vez”. Además, “debemos creer en la Iglesia de Cristo”, continuó el Apóstol Mayor: “Debemos creer en los Sacramentos, debemos creer en el apostolado”.

Regla número dos: la humildad

“Debes ser humilde y obedecer a Dios”. Poniendo como ejemplo al rey Saúl, el Apóstol Mayor dijo: “Uno mismo no puede decidir qué agrada a Dios y qué no. Hay que hacer aquello que Él dice”. Cuando Jesús criticó una vez a los fariseos, quiso decir: “Hacéis las cosas fáciles y descuidáis las difíciles”. Por eso aconsejó a los creyentes: “Sé humilde. Debes ser completamente humilde y obediente, y reconocer que necesitas la gracia”.

Regla número tres: amar a Dios

“Ama a Dios y hagas lo que hagas, hazlo por amor a Dios y no por tu propio beneficio y ventaja”, fue la tercera regla. El Apóstol Mayor recordó a “personas que hicieron grandes cosas, pero no de la manera correcta”. Por ejemplo, Ananías y Safira, que hicieron algo bueno para la comunidad vendiendo sus posesiones, pero Dios vio que estaban engañando a la comunidad. “Dios los hizo morir para dejar claro a la creciente comunidad que esa no es la forma en que Él quiere que se lo sirva”, explicó el Apóstol Mayor este drástico ejemplo. Su consejo fue: “Todo lo que hagamos en la Iglesia, todo lo que hagamos para el Señor, lo hacemos por amor a Dios y no por otra razón”. Esto se aplica tanto a los portadores de ministerio como a todos los que colaboran de alguna manera en la comunidad.

Regla número cuatro: el amor al prójimo

“Debes amar a tu prójimo”, dijo el Apóstol Mayor, “porque tu amor a Dios se mide por tu amor al prójimo”. También aquí el dirigente de la Iglesia internacional recordó a personalidades bíblicas que fueron reprendidas por no cumplir esta regla. Como Juan y Santiago, que quisieron castigar a los que no recibieron a Jesús. El Apóstol Mayor se refirió a las palabras de Jesús: “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mateo 5:23-24). Y aclaró: “No hay que predicar mucho sobre el amor al prójimo, hay que aceptarlo tal como es y ayudarlo a ser salvo”.

Regla número cinco: la unidad

“Este es un tema muy importante, la unidad”, explicó el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider sobre la quinta regla. “Si no contribuyes a la unidad de los hijos de Dios, estás trabajando contra Jesucristo”. Trabajar significa: “Seamos uno en Jesucristo. Aceptamos las diferencias de los demás y nos concentramos en lo que nos une y nos mantiene juntos: nuestro amor por Jesucristo, nuestra intención de entrar en su reino, de llegar a ser como Jesucristo y de entrar juntos en el reino de Dios”.

Para concluir, el Apóstol Mayor resumió el Servicio Divino: “Alabamos al Señor por su gracia. Él quiere que seamos salvos, pero nosotros no lo merecemos. Él da su gracia a aquellos que realmente quieren ser salvos. Nos esforzamos constantemente para llegar a ser la nueva criatura en Cristo, y al hacerlo respetamos las cinco reglas: Creemos, aceptamos confiar en Dios sin ver, sin entender. Somos humildes, obedientes y pedimos por gracia. Amamos a Dios. Amamos a nuestro prójimo. Y queremos contribuir a la unidad del pueblo de Dios”.

Información del artículo

Autor:
Fecha:
Palabras claves:

Katrin Löwen
16.10.2024
Zimbabue, apóstol mayor, servicio Divino