Asistencia espiritual (24): Guía para una intervención exitosa

La asistencia espiritual es un trabajo minucioso en el que la máxima prioridad es escuchar. Los asistentes espirituales deben aprender a comprender a las personas que acuden a ellos. Reconocer su estado de ánimo y explorar posibles soluciones no es magia. Escuchar no significa guardar silencio, sino hablar con el corazón.

Al principio hay que efectuarse un autoexamen: para asegurarme de que entendí correctamente lo que oí, repito con mis propias palabras lo que dijo la otra persona. Si hay una contradicción, tengo que empezar de nuevo. Esta es la única manera en que los asistentes espirituales pueden garantizar en gran medida que están del lado de los hermanos que les han sido confiados, ¡y eso es lo que se supone que deben hacer! En situaciones difíciles o declaraciones poco claras, esto es sumamente importante.

¿Me entiendes?

En una conversación típica de asistencia espiritual, mucha información fluye de A a B y viceversa. No siempre encajan, no siempre son comprensibles o incluso concluyentes en su totalidad. Los interlocutores suelen estar emocionados, agitados o tienen dificultades para expresar sus pensamientos en frases sensatas. Es entonces cuando ayudan las preguntas de comprensión, es decir, las que tienen como objetivo obtener información adicional del entrevistado para poder entenderlo mejor. Es importante plantear estas preguntas en el momento en que surge el déficit de información. Una vez que otro contenido se ha convertido en el centro de la conversación, es difícil recordar y restablecer el contexto correspondiente. Esto es a menudo una fuente de errores que dificulta la comprensión.

¿Qué imagen de Dios tienes?

¡Las crisis de la vida no son iguales a las crisis de la fe! Los asistentes espirituales tienden a apelar a la fe cuando las cosas se desmadran en la vida de la otra persona. Detrás de esto está la idea de que la causa de una miseria radica en la falta de confianza en Dios, la falta de vida de oración y la falta de voluntad de sacrificio. El comprobante de la falta de fe es una crisis vital y el castigo de Dios, por ende, es lógico. Este es el pensamiento.

Estas ideas son absurdas y arrastran la asistencia espiritual a lo profano. Las palabras que surgen a raíz de este pensamiento solo pueden ser hirientes y humillantes, ejercen presión y más bien agravan una situación de crisis. Los que creen que tienen que juzgar que vayan a los tribunales. El Evangelio va por otro lado. La imagen de Dios en el Nuevo Testamento es la de un Dios misericordioso y que perdona, no uno que castiga. Es muy hermoso leer cómo Jesucristo enseña a sus discípulos para que se desprendan de los malos hábitos. El hecho de que las limitaciones terrenales estén relacionadas con el pecado o que la enfermedad sea un justo castigo de Dios, el Señor lo rechazó entonces y lo sigue haciendo hoy. Sanó, no humilló. Por amor reprende, no rechaza.

¿Cómo hablas?

Frases bien intencionadas, pero completamente sin contenido como: “¡Todos tenemos que pasar por esto!”, “¡Todo saldrá bien!” o “¡Lo que no mata te hace fuerte!” están completamente fuera de lugar. Alguien que habla así no tiene ni idea de lo que hace. Los asistentes espirituales no hablan así.

Incluso frases como “¡Lo entiendo!” o “¡Sé cómo te sientes ahora!” hay que tomarlas con pinzas, a menos que sean ciertas. Y a menudo no lo son. Las personas en apuros perciben inmediatamente si las frases que se pronuncian son creíbles o no. La mera necesidad de consuelo no debe ser la motivación para expresar palabras equivocadas.

Intuitivamente, el asistente espiritual es visto en primer lugar como una persona de confianza, lo cual es bueno. Las personas le cuentan sus problemas. A veces esto va acompañado de la expectativa de que la persona que ha escuchado el problema también puede resolverlo. Pero, ¿es realmente eso lo que significa la asistencia espiritual? Ni siquiera los buenos asistentes espirituales pueden resolver todos los problemas. En algunos casos, pueden generar nuevas ideas o señalar posibles soluciones. Pero es uno mismo el que debe decidir qué camino quiere tomar. Y es conveniente hacer que intervengan profesionales en la búsqueda de solución a los problemas. Los asistentes espirituales son acompañantes espirituales, pero no consejeros matrimoniales, gestores solucionadores de conflictos, asesores laborales o abogados. Transmiten consuelo, hablan del Dios lleno de amor y acompañan a quienes buscan ayuda para salir de una crisis.

¿Y qué puedes hacer?

Los asistentes espirituales no tienen las manos atadas, porque

  • ¡pueden orar intensamente con los que buscan consejo! Los que creen que la oración ferviente no tiene ninguna influencia en que la situación mejore, se equivocan. Orar juntos siempre ayuda al que la pronuncia y al que la escucha.
  • brindan orientación espiritual desde una fe probada y desde la capacidad del ministerio. No se trata tanto del nivel del ministerio, sino de la confianza que un portador de ministerio recibe de su comunidad. Esto no debe desperdiciarse.
  • juntos elaboran en la conversación posibles soluciones. Sin embargo, es la persona que tiene el problema, la que decide cuál es la alternativa que le parece más acertada o más atractiva personalmente.
  • dan consejos a los que buscan ayuda sobre cómo recurrir a la ayuda profesional. Esto no debe malinterpretarse como la última opción, sino que suele ser la primera y mejor aproximación a una buena solución.

Una buena asistencia espiritual es escuchar, acompañar sin juzgar, orar juntos, fortalecer el valor de la fe y señalar posibles soluciones. Ni más ni menos.


Foto: CurvaBezier - stock.adobe.com

Información del artículo

Autor:
Fecha:
Palabras claves:

Peter Johanning
09.05.2022
vida en la comunidad

Temas relacionados