Cuando la fe hace la música

La música une, más allá de los continentes. Hace poco lo experimentaron jóvenes de Alemania y Sudáfrica. Para los invitados fue un viaje a un mundo extraño, con todas sus armonías y disonancias que resuenan por largo tiempo.

David Reischmann está entusiasmado: "Hemos vivido cosas increíbles". Junto con 110 jóvenes músicos estuvo en octubre de viaje en Ciudad del Cabo. Fue el viaje de conciertos hasta ahora más largo de la orquesta sinfónica juvenil de Renania del Norte-Westfalia.

La naturaleza... fue para David, ya en el vuelo de llegada, la primera impresión de Sudáfrica: "Esas montañas directamente junto al mar que no tenía ni un barco, la cumbre oculta tras las nubes y la amplia estepa entre el mar y el macizo montañoso...".

En contraste con esto, la segunda impresión, en el viaje en bus hacia el centro de la ciudad, "el mundo creado por el hombre", como formula el joven: "Las casas de los pobres en los barrios marginales, aunque en realidad no se puede llamar casas a muchas de esas viviendas...".

Y una impresión completamente diferente después en el centro: "En la zona peatonal en cada esquina había un grupo cantando o bailando. Reían y hacían música que hacía entrar en calor el corazón".

Programa completo para ensayos y excursiones

Toda una semana estuvieron los jóvenes alemanes en el extremo meridional de África. Los esperaba un programa apretado: por un lado, los ensayos para los conciertos planeados, pero, por el otro, también el conocer el país que los había acogido. Las excursiones los llevaron a la Montaña de la Tabla, al Cabo de Buena Esperanza, a un parque de safaris y a la que antes era la isla prisión, Robben Island, en la que estuvo preso el ganador del premio Nobel Nelson Mandela.

También aquí David Reischmann pudo observar los grandes contrastes del país: "Una noche fuimos a 'Moyo', un restaurante en el barrio de los ricos. Una banda de marimbas tocó en vivo durante la comida y hubo mucho canto, baile y risas. Pero las adyacencias se veían algo inquietantes. Todas las casas tenían muros muy altos y vallas filosas como cuchillos puestas por encima".

Una fe, muchas lenguas y muchísima música

Inglés y alemán, xhosa y afrikáans: con voces potentes y en muchas lenguas fue el encuentro después del Servicio Divino del miércoles. Presenciaron el Servicio Divino en la comunidad Langa, en uno de los barrios marginales más antiguos de Ciudad del Cabo. La comunidad invitó a los huéspedes a un refrigerio. Y después todavía hicieron música juntos por un largo rato.

Para el Servicio Divino del domingo, los visitantes estuvieron en la iglesia central de Tafelsig. Con unos 4000 asientos es el edificio de la Iglesia Nueva Apostólica más grande del mundo. Los alemanes se habían preparado con un ensayo pudiendo cantar junto con el coro de la comunidad. "También aquí se cantó y se oró en diferentes lenguas", informa David.

No solo participaron con música

Los músicos ya estuvieron en el escenario el viernes para un concierto a beneficio en la "Christel House". Esta entidad ofrece a niños que viven en condiciones difíciles una trayectoria escolar. El aporte de los huéspedes no consistió solo en notas musicales, sino también en notas de crédito bancarias, concretamente un cheque por 5000 euros.

El domingo por la tarde tuvo lugar el gran concierto en Silvertown, la iglesia de conciertos con el altar retractable. "Ese fue naturalmente el momento culminante absoluto". Junto con el "Young People’s Choir" de la Iglesia Nueva Apostólica África del Sur, de más de 100 integrantes, la orquesta entusiasmó con un programa que abarcó de la música clásica a la música pop. "Fue sencillamente fabuloso", los elogió el Apóstol de Distrito John L. Kriel después del concierto.

"Los encuentros tan gozosos y la comunión con nuestros hermanos y hermanas fueron magníficos", sacó como conclusión el director de la orquesta Stefan Vis. Y David Reischmann complementa: "Fue un viaje con impresiones que nunca olvidaremos".

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