Más allá del Edén: el amor hace la libre voluntad

No siempre tiene que correr sangre en un fratricidio. Lo que ocurrió con Caín y Abel es una historia que pasa cada día, aquí y ahora. Y que plantea una pregunta muy personal a cada lector.

Caín y Abel no solo les siguieron cronológicamente a Adán y Eva. Su historia hasta puede entenderse como la “caída en el pecado 2.0”. Si cuando se habla de los padres se hace referencia a la relación entre Dios y el hombre, para los hermanos todo gira en torno a la relación hombre/hombre.

Los capítulos 3 y 4 de Génesis muestran un paralelismo estructural como mitades de una unidad: Frente al “¿Dónde estás tú, Adán?” está el “¿Dónde está Abel tu hermano?” y frente a la expulsión del huerto de Edén está el exilio a la tierra de “Nod”, el vivir en la discontinuidad.

El poder de la diferencia

Ya Eva hace diferencias: a su primogénito lo festeja como un logro, con una palabra hebrea entre “creado” y “logrado”, que suena como Caín. Al segundo en cambio lo llama “brisa”, algo insignificante y pasajero, como es la traducción de Abel.

Después fue Dios el que hizo la diferencia: el pastor de ovejas y el labrador le ofrecen un regalo para agradecerle y honrarlo. Pero el Señor solo a uno se dirige. ¿De qué manera? Eso no dice. Y tampoco, cómo se hizo evidente.

Pero la reacción de Caín está descripta notablemente en el texto hebreo: se le chamusca la nariz. En buen español: arde de ira. Cuando su rostro estaba ardiendo y su mirada dirigida hacia abajo, Dios lo aborda. Pero Caín ya no escucha nada. Su acto sangriento está clamando hacia el cielo. Miente a Dios. Y se burla de Él. ¿Tiene que ser acaso guarda de su hermano, el guardián?

Caín no es un caso aislado

¿Por qué esta o aquella persona recibe un ascenso, mejores notas, una pareja, más dedicación? Yo mínimamente soy igual de trabajador, amoroso, tengo las mismas necesidades. ¿Quién no se sintió alguna vez en desventaja, discriminado, maltratado?

¿Quién no reacciona con incomprensión, sintiéndose dolido, con envidia, celo, ganas de revancha? Las palabras también pueden matar... la confianza, por ejemplo, o las relaciones. Y a veces alcanza con un e-mail para destruir una existencia.

Esto convierte al versículo 7 en el centro de la historia. Allí donde Dios le advierte a Caín y a todos los que sufren como él en todos los tiempos: “¡Cuidado! Tus sentimientos y tú, estáis en una encrucijada. Decídete por lo que sirve para bien, si no terminarás mal”.

El poder de decisión

¿Y qué es este bien? Caín solo tenía como pauta su conciencia. Más tarde se tuvieron los Diez Mandamientos, que no son una limitación, solo son una ayuda. Y la doctrina de Jesús lo hace aún más sencillo: “Dios sobre todo” y “al prójimo como a ti mismo”, el doble mandamiento del amor es la respuesta a la doble caída en el pecado.

¿Cómo te manejas con situaciones de desventaja, discriminación, injusticia? Esta es la pregunta que el capítulo de Caín le plantea al lector. ¿Cómo reaccionas al huracán de tus sentimientos? Siempre compara lo que te propones hacer, si ese obrar acerca a Dios y los hombres. Dios te ha dado la libre voluntad. Ahora siempre tienes el poder de decidir. Aprovecha este poder para lo bueno y lo correcto.


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