Un Servicio Divino que sacia

Dios puede saciar a los que tienen hambre y sed de su justicia. Pero no siempre como se desea. La justicia de Dios y cómo conseguirla fue el tema de un Servicio Divino oficiado por el Apóstol Mayor.

Durante su estancia en el área de actividad del Apóstol de Distrito Michael Deppner, el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider también visitó a los hermanos en la fe en Mbandaka (RD Congo). El viernes 8 de julio celebró junto a los creyentes un Servicio Divino, que se basó en el pasaje bíblico de Mateo 5:6: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”.

La justicia de Dios

“Dios no hace distinción entre sus hijos. Los ama a todos por igual, y ha decidido darnos a cada uno todo lo que Él tiene”. Las palabras del Apóstol Mayor suenan reconfortantes, pero también plantean preguntas. ¿Esto es justo? ¿No hay que castigar a los pecadores y recompensar a los que cumplen los mandamientos? “Los que esperan que Dios castigue a todos los malos se verán decepcionados”, dijo el Apóstol Mayor. “Porque eso no es lo que Él quiere. Él quiere salvarlos”.

La justicia de Dios es otra. El Apóstol Mayor recordó la parábola de los obreros de la viña (Mateo 20:1-16): “Explicó que los que trabajaron solo una hora recibieron el mismo salario que los que trabajaron todo el día. ¡Oh, eso es injusto! Os garantizo que si un jefe hiciera eso en Francia, habría una revolución en la empresa”. Pero, “Jesús habla de una justicia diferente”.

El ejemplo de Jesús

Es justo el que se comporta de forma correcta ante Dios. Al igual que Jesús. “Jesucristo es el Justo porque hizo exactamente la voluntad de Dios en todas las cosas”, explicó el Apóstol Mayor. “Y así, los que tienen hambre y sed de justicia, es decir, los que quieren agradar a Dios, seguirán el ejemplo de Jesús y harán lo que Él hizo”.

Jesús era justo porque

  • creyó y confió en su Padre. “Aunque no lo entendía, dijo: ‘No, Él es mi Padre, yo confío en Él’”.
  • cumplió la ley de Dios. “Amó a Dios con todo su corazón, con todo su ser”.
  • amaba a su prójimo. “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13).

El que tiene hambre y sed de justicia,

  • confía en Dios. “Confía en la palabra de Dios y no en lo que ve”.
  • ama a Dios con todo su corazón. “No obedece los mandamientos porque tiene miedo al castigo y porque espera una recompensa, sino simplemente porque ama a Dios y quiere agradarle”, enfatizó el Apóstol Mayor. “Queremos agradar al Señor, no a los seres humanos”.
  • ama al prójimo. El que ama a su prójimo “hace al otro lo que desea para sí mismo y quiere absolutamente que el otro también alcance la salvación”. Hace todo para preservar la unidad, perdona y reconcilia.
  • anhela la gracia de Dios. “Somos imperfectos”, subrayó el Apóstol Mayor. “Y por eso necesitamos la gracia de Dios”.

Incluso hoy en día uno puede saciarse de esta manera: “Aquellos que tienen esta hambre, esta sed, que quieren comportarse como Jesús, encuentran gracia, tienen paz y reciben la fuerza necesaria del Señor”, dijo el Apóstol Mayor.

El Juez justo

En el día del juicio final, Dios juzgará a todos los seres humanos. Pero Dios es un Juez justo, “porque Él se encargará de que todos los seres humanos, estén vivos y muertos, ahora aquí en la tierra o en el milenario reino de paz, tengan la oportunidad de conocer a Jesús y seguirlo”, prometió el Apóstol Mayor. Dios no solo juzgará a las personas por sus actos, sino que mirará su corazón. “Dice el Catecismo que juzgará a las personas no solo por sus pecados, sino por el grado de su culpa”.

Pero en Lucas 12:48 dice: “A todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará”. El Apóstol Mayor: “Y allí habló de nosotros. Porque hemos recibido mucho. A través del apostolado, Jesús nos ha dado la totalidad de la enseñanza. Nos ha dado su bendición. Nos ha dado su gracia”.

Saciados

“Mis hermanos y hermanas, también aquellos que realmente tienen hambre y sed de justicia, que desean absolutamente parecerse a Jesús, serán salvados”, prometió el Apóstol Mayor. Jesús los aceptará y Dios los hará perfectos por su gracia. “Podrán entrar en el reino de Dios siendo perfectos, porque Dios habrá cubierto todo con su gracia. Su hambre y sed de amor de Dios serán saciados”.

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