Cómo y dónde Dios y la Iglesia obran en la diversidad

Dios, en su Trinidad, no es un juego de la mente, sino que puede ser experimentado. En la diversidad de sus miembros, la Iglesia de Cristo obra unida como un solo cuerpo. La potestad y el encargo de Jesucristo no tienen límites, ni siquiera en el más allá. Estos son los temas de los Servicios Divinos de junio.

Celebración de la Trinidad

El primer Servicio Divino dominical de junio comienza con la bendición final. “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo” de 2 Corintios 13:14 es la palabra bíblica para este Servicio Divino. Una semana después de Pentecostés es el “Día de la Trinidad” en el calendario eclesiástico general, la fiesta de la Trinidad. El tema del Servicio Divino es, por lo tanto, la automanifestación de Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo. En el Nuevo Testamento, en la gran comisión y en la bendición final queda claro que Dios es:

  • Padre: el Creador del cielo y de la tierra,
  • Hijo: el Redentor y
  • Espíritu Santo: el Creador de lo nuevo.

Las tres personas pueden ser experimentadas y siempre obran juntas. Sin embargo, algunos aspectos pueden estar especialmente unidos a una persona divina:

  • La gracia de Jesús: Como Dios adquirió en Jesús la condición de hombre y se dirige en forma directa a los seres humanos. Su muerte en sacrificio hace posible el perdón de los pecados.
  • El amor del Padre: El amor de Dios, el Padre, se manifiesta especialmente en el hecho de que envió a su propio Hijo. Este habló una y otra vez de Dios como el Padre lleno de amor que está en los cielos.
  • La comunión del Espíritu Santo: Desde Pentecostés, el Espíritu Santo obra en la Iglesia de Cristo y mediante su don brinda la comunión con Dios.

La fe y la confesión de la Trinidad de Dios, junto con la Biblia en común y el Bautismo, son elementos que unen a todos los cristianos.

Obrar como Iglesia de Cristo

Los dos Servicios Divinos dominicales que siguen se centran en la naturaleza y la función de la Iglesia de Cristo.

“Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio beber de un mismo Espíritu”. Este pasaje bíblico de 1 Corintios 12:12-13 muestra una imagen de la Iglesia como un cuerpo formado por todos los cristianos.

El hecho de que todos formen parte de un gran cuerpo no significa que todos tengan que ser iguales. Al contrario, los miembros de la Iglesia son diferentes entre sí. Lo importante es que todos crean lo mismo, amen a Jesús y se esfuercen para contribuir a la unidad de la Iglesia. Como parte de un mismo cuerpo, los miembros de la Iglesia son solidarios entre sí: comparten el sufrimiento de los demás y les ayudan en la medida de sus posibilidades. La Iglesia tiene la función de hacer accesible la salvación a los seres humanos. Cada miembro de la Iglesia es llamado a realizar su aporte.

Estando Jesús con sus discípulos en Cesarea de Filipo, les preguntó qué pensaban las personas de allí que era Él. Los discípulos respondieron de inmediato y, cuando Jesús les preguntó a ellos qué pensaban, Pedro confesó: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16). Jesús dio entonces a Pedro el encargo que sirve de base al Servicio Divino del tercer domingo: “Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18). Hoy en día, esta responsabilidad está a cargo del ministerio de Apóstol Mayor. Algunas funciones especiales se encuentran en el Catecismo (Catecismo INA 7.6.6 ) y son abordadas en el Servicio Divino.

La palabra bíblica incluye el consuelo de que la Iglesia de Cristo no puede ser destruida. Jesús prometió: “Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20).

Encargo incluso en el más allá

El último Servicio Divino dominical de junio sirve de preparación para el Servicio Divino en ayuda para los difuntos. El texto bíblico procede de Mateo 28:18: “Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”. Por ende, su autoridad atañe el mundo visible y el invisible. Y eso significa que tanto los vivos como los muertos pueden alcanzar la salvación por la fe en Jesucristo.

En la tierra, Jesús tenía autoridad para anunciar la voluntad de Dios, perdonar pecados y sanar enfermos. Después de resucitar y ascender al cielo, su autoridad no tuvo límites. Y con su potestad dio a los Apóstoles el encargo de bautizar y enseñar el Evangelio. Este encargo también se aplica más allá de todos los límites, incluso los de la muerte.


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Katrin Löwen
01.06.2023
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