Da nueva vida a órganos silenciados por el paso del tiempo

El Apóstol Jorge Luis Franco (61) de Argentina es organero y restaurador de armonios. Viviana Aloy, corresponsal de nac.today en Argentina, se acercó hasta el taller de la Iglesia para conversar con él y conocer detalles de esta tarea tan especial.

Restaurador de armonios, ¿es una profesión frecuente en Argentina?

No, para nada. En toda Argentina hay muy, muy pocos artesanos en la materia, en realidad casi no hay quienes se dediquen a la reparación y restauración de armonios.

¿Cómo llegó a su profesión?

Mi padre era restaurador de armonios. Ya a los 15 años lo ayudaba en las reparaciones y mantenimiento de armonios en el taller de propiedad de la Iglesia. Luego fui incorporando conocimientos para la reparación de pianos y me ocupé también de su afinación y restauración. Más tarde, junto a un organero y organista argentino de mucha experiencia, sumé mis conocimientos en la aplicación de métodos para abordar este gran instrumento: el órgano de tubos. Hoy tengo conocimientos y experiencia en la construcción de pequeños órganos de tubos y en la restauración y afinación de armonios y pianos.

¿Tuvo el interés justamente por esos instrumentos musicales algo que ver con la Iglesia?

Sí, desde ya, todo tuvo relación con la Iglesia. Al dedicarme al mantenimiento de los armonios -instrumentos utilizados en nuestros Servicios Divinos- todo fue introduciéndome en un tema muy específico, hasta terminar incluso fabricando pequeños órganos de tubos. Dado que el mercado argentino es limitado, fabricamos en forma reducida y sólo a pedido. En Argentina estos instrumentos son utilizados preferentemente en las Iglesias Católica y Evangélica, las cuales atendemos desde nuestro taller propio. Esto significa que todos los instrumentos que no están destinados para el uso en nuestra Iglesia, los reparo en mi taller particular, instalado en mi casa.

¿Todavía se utilizan los armonios hoy en día?

El armonio surgió para reemplazar al órgano de tubos, con los mismos timbres y registros, pero con la posibilidad de utilizarlo en espacios más reducidos. El armonio es un elemento importante dentro de la música en nuestra Iglesia y apoya el canto de la comunidad en los Servicios Divinos. Es la base del canto del coro, tanto al ensayar como acompañamiento al entonar los himnos. Además, en los últimos años alegra ver que en nuestra área la actividad musical se ha vuelto más rica y variada dentro de la Iglesia.

¿También entre los hermanos y hermanas más jóvenes?

Sí, contrariamente a lo uno podría pensar, a los jóvenes les atrae conocer una música diferente a la actual música moderna. Cuando los jóvenes conocen los himnos de nuestra Iglesia, incluso los más antiguos “de nuestra época”, esto les gusta. En la reciente visita del Apóstol Mayor Schneider a Buenos Aires aproximadamente 650 jóvenes formaron el coro. Uno siempre comprueba que la música tiene un poder muy grande. La música es un regalo de Dios para nosotros. Y en nuestro caso, es el medio transportador de la palabra cantada, que lleva el mensaje del Evangelio al corazón.

¿Son iguales todos los armonios en las comunidades de Argentina?

La mayoría de los armonios fueron hechos en Alemania, algunos de fabricación nacional y unos pocos son franceses y norteamericanos. Se diferencian entre sí por la forma en que se obtiene el sonido: en el sistema alemán y norteamericano, el aire es absorbido desde el exterior hacia el interior del instrumento por el fuelle. Las lengüetas son puestas en movimiento por el aire que ingresa. En el sistema francés es al revés, por la presión establecida en el interior del instrumento, el aire va hacia afuera, pasando por las lengüetas y así se origina el sonido.

¿Qué trabajos realiza con mayor frecuencia en los armonios de nuestras comunidades?

Anteriormente, la afinación de los armonios era un poco más baja que la que se utiliza hoy (LA 440). Dado que en nuestra Iglesia actualmente el armonio acompaña a otros instrumentos (por ej. violines, trompetas, flautas, etc.) y forma parte de los conjuntos instrumentales, adapto la altura de su afinación. Esto lo voy haciendo paulatinamente en cada comunidad.

¿Cuánto demora esto?

Tres a cuatro horas es el tiempo empleado en afinar un armonio. Debería ser afinado cada dos a tres años. Esto depende del uso, de cómo se lo cuidó.

¿Se debe hacer alguna vez, además, una restauración general?

Sí, cada 20 a 30 años se debería hacer una restauración general. En un instrumento bien cuidado se necesitan para ello 15 a 20 días.

¿Qué pasa por su mente cada vez que trabaja en un instrumento?

Cada vez pienso en los hermanos y hermanas, en si les va a gustar cómo quedó y los imagino luego interpretando los himnos en los Servicios Divinos. Cuando un instrumento está totalmente roto y no suena nada, pienso en cómo va a sonar cuando esté reparado. Se desarma todo y se lo vuelve a armar, paso a paso, una parte después de la otra. Y cuando el instrumento está nuevamente armado, está listo para cobrar vida nuevamente. Es una sensación muy linda. Uno no se acostumbra, es más, espera ese momento de poder decir: “Estaba silenciado y ha recobrado su vida, ya suena a pleno”.

¿Qué situaciones y encuentros interesantes ha vivido en su profesión?

Situaciones interesantes se han dado muchas, especialmente en los últimos años, cuando hemos restaurado o instalado órganos en las iglesias de diferentes congregaciones religiosas. Por ejemplo, en 2016 hemos instalado el primer órgano de tubos de fabricación totalmente argentina en la Catedral de Buenos Aires, con motivo del bicentenario de la independencia del país. Este acontecimiento fue cubierto por uno de los diarios principales del Argentina. Este órgano para acompañamiento de la liturgia, es utilizado todos los días. También en el último año hemos restaurado el órgano de tubos de la sinagoga central de la ciudad de Buenos Aires. Luego hubo una importante ceremonia, contando en la inauguración con la presencia de la Sra. Canciller de Alemania, Angela Merkel. Esto también llevó a recibir por parte del Sr. Embajador de Alemania una carta de agradecimiento por la tarea realizada. Podría nombrar muchas otras situaciones, pues es muy interesante y apreciado dar vida a un instrumento silenciado por el paso del tiempo. A raíz de estas experiencias, me pude relacionar con personas de diversas religiones, que aman la música y los instrumentos. En mi vida profesional mantengo con algunos sacerdotes católicos una buena relación de años. Hemos conversado una y otra vez de la realidad del cristiano en el siglo XXI, de la Iglesia como institución representativa y de los desafíos de hoy en cuanto a la fe. Todo esto siempre en un marco de mucho respeto, donde hemos encontrado muchas coincidencias y algunas diferencias.

¿Cuál es su mayor deseo?

Quedar fiel a Dios y ver el rostro de Cristo es mi mayor deseo, junto a mis amados y hermanos en la fe.

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Viviana E. Aloy, Elisabet Köcher, Dinara Ganzer
25.08.2018
América del Sur, Argentina, obra benéfica, música, personalidades