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Homilética (2): Predicar como un enviado

03 04 2025

Autor: Dr. Markus Cromhout

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Anunciar la palabra de Dios en el altar plantea interrogantes. A la cabeza de la lista: ¿De dónde procede mi autoridad ministerial para predicar? ¿Cómo me entiendo a mí mismo al haber sido ordenado por el ministerio de Apóstol?

La homilética es un tema que debe abordarse en el contexto de nuestra identidad como cristianos nuevoapostólicos. La reflexión sobre el papel como portador de ministerio y como predicador dentro de la Iglesia, es un componente vital para crecer en el ministerio espiritual. 

El servicio ministerial es un llamamiento divino. Es un regalo poder ser un instrumento para anunciar a Cristo y su Evangelio. Junto con ello viene la necesaria autoconciencia del propio llamamiento. La autorización para anunciar a Cristo implica una gran responsabilidad, porque a través de la ordenación el portador de ministerio no se representa a sí mismo, sino que se le da autoridad como un enviado para representar al ministerio de Apóstol. 

Ir a la raíz

El quinto artículo de la fe afirma lo siguiente: “Yo creo que los escogidos por Dios para un ministerio son instituidos únicamente por Apóstoles, y que el poder, la bendición y la santificación para su servir provienen del ministerio de Apóstol”.

Es Dios aquel que escoge a alguien para un ministerio. Fundamentalmente no es una decisión humana. La voluntad de Dios es implementada a través del ministerio de Apóstol, que está autorizado a ordenar a hombres y mujeres para un ministerio espiritual. Los portadores de ministerio solo pueden desempeñar sus funciones en unidad con el apostolado. Es en el ministerio de Apóstol donde radica “el poder, la bendición y la santificación para su servir”.

Así como los Apóstoles participan de la autoridad de Jesucristo, los portadores de ministerio participan de la autoridad del ministerio de Apóstol. Los portadores de ministerio reciben, entre otras cosas, autoridad para consagrar la Santa Cena, anunciar el perdón de los pecados por encargo del Apóstol, dispensar el Santo Bautismo con Agua y, lo que es particularmente relevante aquí, anunciar la palabra de Dios (Catecismo INA 2.4.57.78.18.2PG esp. 2/22).

Una autoridad con responsabilidad

Así como los Apóstoles deben representar auténticamente a Cristo, los portadores de ministerio deben representar auténticamente al apostolado, y a la autoridad y la enseñanza que ellos representan. Los portadores de ministerio no pueden actuar y enseñar por su propia autoridad, sino que sus deberes ministeriales están circunscritos por la enseñanza oficial de la Iglesia y el alcance de la autoridad que han recibido.

Nuestro Catecismo también afirma: “Quienes son llamados para un ministerio, sirven por amor a Dios y al prójimo. Se orientan en el ejemplo de Jesús y saben que son herramientas en las manos de Dios” (Catecismo INA 7.8).

La responsabilidad de enseñar una doctrina correcta

Nuestra doctrina está arraigada en la autoridad del ministerio de Apóstol para interpretar las Escrituras mediante la actividad del Espíritu Santo. A este respecto, nuestro Catecismo dice específicamente: “El debido anuncio de la voluntad salvación universal de Dios se lleva a cabo con el ‘poder’ dispensado por el apostolado” (Catecismo INA 2.4.5). Una característica esencial es anunciar la vida, la muerte, la resurrección y el retorno de Cristo. Es ayudar al apostolado a preparar la novia de Cristo. 

El alcance de nuestra prédica también está circunscrito por el contenido de los Pensamientos Guía. Por supuesto, todos los portadores de ministerio aportan a la Iglesia sus propios dones únicos, sus ámbitos de conocimiento y competencias. Todos los portadores de ministerio confían en el Espíritu Santo para preparar y pronunciar la prédica, pero siempre se trata de un proceso arraigado en la autoridad conferida por el ministerio de Apóstol. En particular, una prédica no es una actividad abierta, sino que la implementación de los principios homiléticos debe estar en consonancia con lo que la Iglesia quiere enseñar, y reflejar fielmente la doctrina y el Catecismo de la Iglesia. 

Reflexionar sobre el ministerio como un enviado

La reflexión sobre el papel del portador de ministerio nos acerca a las raíces de la fe nuevoapostólica. Profundiza el aprecio por el regalo de Dios a la Iglesia en el envío de Apóstoles en la actualidad. También fomenta una mayor comprensión del fundamento de la ordenación y de la fuente de autoridad para actuar y predicar dentro de la Iglesia.

Los portadores de ministerio son enviados. Es Dios aquel que escoge y el ministerio de Apóstol ejecuta la voluntad de Dios mediante la ordenación y el envío. La novia de Cristo espera y este llamamiento debe ser cumplido. El uso de los principios homiléticos se basa en este fundamento. 

Todavía hay muchas preguntas sin respuesta sobre el anuncio de la palabra de Dios en el altar. La siguiente es: ¿De dónde viene la inspiración? Del Espíritu Santo, por supuesto, pero no es la única fuente. Ese es el tema del próximo episodio de esta serie.


Foto: Vitalii Vodolazskyi – stock.adobe.com

Sobre el autor

El Dr. Markus Cromhout (nacido en 1972) es teólogo de la Iglesia Nueva Apostólica África del Sur y está activo como Evangelista en su comunidad. Estudió en la Facultad de Teología de la Universidad de Pretoria y es doctor en Nuevo Testamento. Además de obras académicas, también escribe libros de divulgación científica. Organiza seminarios sobre el tema de la “homilética” y aporta semanalmente contribuciones de fondo.

03 04 2025

Autor: Dr. Markus Cromhout

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