Los milagros de su poder y su amor

La Pascua tiene un efecto duradero. Pues el acontecimiento es tan grande que no cabe en un Evangelio ni en un Servicio Divino. Un avance de los temas de las prédicas del mes de abril.

“¡El Señor ha resucitado!”. El sepulcro vacío es el tema central del primer domingo de abril. Los cuatro Evangelios lo consideran una señal de la resurrección de Cristo. En ningún Evangelio se describe este acontecimiento en sí mismo. Sin embargo, no es una metáfora, sino una realidad.

No se trata simplemente de que el alma sigue viviendo, sino de la transformación del cuerpo terrenal en el cuerpo de resurrección. Pues este es el requisito previo para que los seres humanos puedan vivir en comunión perfecta con Dios.

La reacción de los discípulos ante el anuncio de la resurrección y la noticia del sepulcro vacío encierra lecciones para el aquí y ahora.

De la duda a la confesión

De todas las personas, el supuesto incrédulo es el que más se acerca a Jesús y el que mejor reconoce a Cristo. Como creyente, se puede aprender mucho del discípulo Tomás. Esto se muestra en el segundo Servicio Divino dominical de abril.

Tomás se resiste a creer lo que le cuentan los discípulos sobre su encuentro con Cristo resucitado. Quiere ver los hechos para comprender. De hecho, Jesús se aparece una vez más. Mientras que María Magdalena solo había visto antes en Cristo a su Maestro (rabbuni) y los demás discípulos a su Señor (kyrios), Tomás reconoce y confiesa: “Señor mío, y Dios mío” (theos).

La respuesta de Cristo resucitado apunta a la actualidad: “Bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Juan 20:29).

El reinado del amor

Su victoria sobre la muerte ha quedado demostrada: Jesús es el más fuerte. Todos los ámbitos de la realidad, el mundo invisible y el visible, están sometidos a Él. Y así es también como gobierna su Iglesia. ¿Cómo? De esto trata el tercer domingo de abril.

A diferencia de los gobernantes mundanos, el reinado de Jesucristo está lleno de amor. La Iglesia está llena de Él, de su Espíritu y de la vida que Él trae. Él da en la Iglesia todo lo necesario para la salvación, para que los creyentes se asemejen más a Él. La plenitud de la bendición consiste, en última instancia, en participar de la gloria de Dios por toda la eternidad.

“Bien lo ha hecho todo”

Todo lo que hace Jesucristo es perfecto. Este es el mensaje del cuarto domingo del mes. Su sacrificio es eternamente válido y su victoria sobre el mal es, por ende, definitiva. Él abre la redención perfecta para todos los seres humanos de todos los tiempos.

El punto de partida del Servicio Divino es una exclamación del pueblo maravillado por sus milagros: “Bien lo ha hecho todo” (Marcos 7:37). Y así surge la pregunta: ¿Cómo reaccionan los creyentes ante un milagro en su vida, ante el amor redentor de Cristo?


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Andreas Rother
02.04.2024
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