En foco 9/2024: Qué nos enseñan los modelos de conducta con sus oraciones

Moisés, Ezequías o Pablo: la Biblia nos ofrece grandes modelos de conducta para la oración. El Apóstol de Distrito Opemba Ekhuya, de Kenia en África del Este, explica lo que podemos aprender de ellos mientras reflexiona sobre nuestro lema anual “Orar funciona”.

Éxodo 33:11-14 debería reforzar nuestra confianza en la oración. La Biblia dice que el Señor habló a Moisés cara a cara, como cualquiera habla a su compañero. Moisés dijo al Señor: “Mira, tú me dices a mí: Saca este pueblo; y tú no me has declarado a quién enviarás conmigo. Sin embargo, tú dices: Yo te he conocido por tu nombre, y has hallado también gracia en mis ojos. Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos”. Y Dios dijo: “Mi presencia irá contigo, y te daré descanso”. Esa fue la conversación entre Moisés y Dios. Al seguir leyendo en el Antiguo Testamento, nos damos cuenta de que la presencia de Dios realmente fue con ellos y Dios los llevó a Canaán como se lo había prometido a Moisés.

La oración es tener una conversación con Dios. Consiste en alabar a Dios, confesar nuestros pecados, dar gracias a Dios y pedir por nuestras necesidades. Cuando oramos debemos ser conscientes en nuestra mente de que Dios está cerca de nosotros, nos escucha y nos responderá. Dios está disponible y se puede llegar a Él. La Biblia dice en Santiago 1:6-8 que cuando pedimos algo a Dios, debemos hacerlo con fe y sin dudar. Involucrar nuestra fe en la oración es un nivel superior de conversación porque somos capaces de visualizar al Dios invisible y pedirle que intervenga en el mundo visible. Esto invoca lo que está escrito en Hebreos 11:1-3 de que “es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. ... Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”.

En el segundo viaje misionero de Pablo, la Biblia dice que los hermanos encomendaron a Pablo y Silas a la gracia de Dios o, mejor dicho, oraron por ellos (Hechos 15:40). Pero cuando partieron, el Espíritu Santo les prohibió predicar la palabra en Asia. Intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu de nuevo no se lo permitió. Entonces fueron a Troas. Fue en Troas donde Pablo tuvo una visión de noche en la que se le ordenaba ir a Macedonia. Desde Macedonia pudo introducir el Evangelio a Europa. Una vez más, vemos que la oración funciona, pero no podemos utilizarla para forzar un resultado que no esté de acuerdo con la voluntad de Dios. Si Dios nos concede persistencia en tales asuntos será para enseñarnos que lo mejor para nosotros es su voluntad. Podemos aprender esto de la oración de Ezequías y de cómo se desarrollaron las cosas en 2 Reyes 20:1-3.

La oración quita el estrés, la oración nos enseña gratitud, la oración trae equilibrio a nuestra vida, y la oración fortalece nuestra esperanza y confianza en Dios. La oración es el respirar del alma. Deberíamos orar tantas veces como sea posible en el día.

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