En foco 9/2020: ¡Las decisiones tomadas a conciencia nos hacen libres!
La libertad no cae del cielo. La libertad espiritual que se alcanza a través de Jesucristo, nuestro Señor, es producto de una decisión que el hombre toma a conciencia: a favor Jesucristo y contra el pecado. El Apóstol de Distrito Wolfgang Nadolny (Berlín-Brandeburgo/Alemania) lo explica en su aporte.
La Sagrada Escritura informa de una conversación del Señor con un grupo de judíos que creían en Él. Jesucristo deja claro que aquellos que permanecen fieles a su palabra son verdaderamente sus discípulos. Conocerán la verdad y eso los hará libres (Juan 8:31-36). Así que: ¡Cristo nos hace libres!
En estas pocas palabras nos queda claro que Jesucristo es el que actúa. No podemos liberarnos del pecado nosotros mismos. Jesucristo dice muy claramente: “Todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado” (Juan 8:34).
El distanciamiento del hombre de Dios comenzó escuchando las mentiras de Satanás en la forma de una serpiente. Desde el principio, Satanás sembró la duda con las palabras: “¿Conque Dios os ha dicho...?” persuadiendo a los seres humanos de que no tendrían que morir si no obedecían a Dios, que se les abrirían los ojos y serían como Dios, y entonces sabrían por sí mismos lo que es el bien y lo que es el mal. Al creer estas mentiras, el hombre quedó sujeto en la esclavitud del pecado.
A través del renacimiento de agua y del Espíritu, somos hijos de Dios y, por lo tanto, llamados a la libertad eterna. Pero también seguimos siendo seres humanos inclinados al pecado. Con demasiada frecuencia consentimos el pecado. El Apóstol Pablo escribe en su epístola a los Romanos (8:24) que fuimos salvos en la esperanza. Luego continúa diciendo que el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad e intercede por nosotros con gemidos indecibles.
Por lo tanto, no es que no sigamos siendo débiles y no haciendo el bien que queremos hacer, sino el mal que no queremos hacer (Romanos 7:19). Y es precisamente en esos momentos que las palabras del Señor nos muestran la verdad sobre nuestra condición. Reconocemos nuestros pecados bajo la palabra de Dios y nos volvemos a Jesucristo arrepentidos, y entonces Él nos hace libres. ¡Qué felicidad!
Por la gracia de Dios vivimos en la libertad de los hijos de Dios y cuanto más nos damos cuenta de esta libertad, más nos decidimos en contra del pecado. Con la libertad que se nos da en Cristo, nos decidimos por nuestro Señor Jesucristo, por el amor a Dios y al prójimo, por una vida activa en la Iglesia de Cristo y por ansiar la comunión eterna con Dios en su reino.
Foto: Jens Lange