Totalmente sin hombres

“Dios, ayuda a las viudas y los huérfanos”. Una petición que se ha convertido casi en una frase vacía en muchas oraciones. El 23 de junio es el Día Internacional de las Viudas, así que es hora de echar un vistazo especial a esas mujeres que tuvieron que hacerse cargo ellas mismas de su vida.

La pérdida de un compañero de vida es una ruptura drástica en la vida. Aún hoy, la muerte del marido supone la ruina social y económica para muchas mujeres en todo el mundo. Sin marido, la mujer de la época del Antiguo Testamento tenía un estatus social bajo y, por lo tanto, estaba desamparada. Las viudas sufrían desventajas sociales, económicas y jurídicas.

Dios escucha el grito de angustia de las viudas

La Biblia registra cómo Dios se ocupó especialmente de los marginados sociales, es decir, de las viudas, los huérfanos y los extranjeros. Por lo tanto, había algunas reglas con las que se los podía ayudar. De Rut 2, por ejemplo, conocemos el derecho de los extranjeros, las viudas y los huérfanos a recoger las gavillas que el agricultor había dejado olvidadas en el campo. Esto se recoge en Deuteronomio 24:19, que también establece que las viudas, los huérfanos y los extranjeros pueden hacer lo mismo con los olivos, que el propietario no debe revisar a fondo después de sacudirlos, y con las viñas (Deuteronomio 24:20-21). Además, este grupo tiene derecho a la décima parte de la cosecha en el tercer año (Deuteronomio 26:12) y también deben ser recordado en días festivos especiales (Deuteronomio 16:11 y 14).

Especialmente los reyes tenían la obligación de ayudar a las viudas, pues, de lo contrario, los gobernantes eran considerados débiles. Esto fue aprovechado por Joab, que quiso ayudar al hijo de David, Absalón, después de que este matara a su hermanastro Amnón por haber violado a su hermana. Joab llevó al rey David a una mujer inteligente de Tecoa que se hizo pasar por viuda (2 Samuel 14). Solo por esa razón, David tuvo que escucharla y ayudarla. Así pudo hacer que David perdonara a Absalón.

Normalmente, las viudas intentaban reintegrarse en el grupo familiar patriarcal lo antes posible. Podían regresar a su familia como Orfa (Rut 1) o volver a casarse. También había normas sobre los matrimonios de cuñados o de levirato (como se informa en Deuteronomio 25:5-20 o 29:9-10). La Biblia informa, por ejemplo, de Tamar, que tuvo que luchar por su derecho a tener una existencia segura por medio de un matrimonio con su cuñado (Génesis 38).

Viudas con tareas especiales

Pero en el Antiguo Testamento no solo aparecen viudas indigentes y socialmente desfavorecidas. Judit, conocida por el libro del mismo nombre, era considerada rica, hermosa y temerosa de Dios. En la narración, pudo salvar a su pueblo acudiendo al asediador Holofernes y fingiendo seducirlo. Lleno de ilusión por la aventura sexual, Holofernes se emborrachó y entonces Judit pudo cortarle la cabeza, poniendo fin al asedio.

Una viuda que se ayudó a sí misma a resolver sus problemas fue la viuda de Sarepta, que colaboró con Elías para sobrevivir en la sequía. Elías le dijo que Dios la bendeciría si primero hacía comida para él y luego para ella y su hijo. Ella le creyó y le preparó algo de comer primero a él a pesar de la situación desesperada por la que estaban pasando. Entonces lo que Elías había prometido realmente se cumplió y la harina y el aceite no se agotaron.

Jesús y las viudas

Incluso en la época de Jesús, las viudas estaban amenazadas por la pobreza y necesitaban ayuda. Jesús observó a las viudas en su pobreza. El relato de la ofrenda de la viuda, que se encuentra tanto en Marcos 12:41-44 como en Lucas 21:1-4, muestra que Jesús conocía la pobreza de las viudas. Aunque la mujer solo echó dos de las monedas de cobre más pequeñas en la caja de las ofrendas, donó con ello más que los ricos, pues había dado todo lo que tenía con plena confianza en la ayuda de Dios.

Jesús tampoco fue indiferente a la injusticia jurídica contra las viudas. Abordó la situación legal de las viudas en la parábola de la viuda y el juez (Lucas 18:1-8), mostrando claramente que una mujer viuda debe acudir al juez una y otra vez hasta que este finalmente se sienta molesto y la ayude.

Si el hombre moría, su hijo mayor podía hacerse cargo de la viuda y mantener a la familia. La situación empeoraba si una viuda no tenía hijos o si el hijo también moría. En Lucas 7:11-17, Jesús se encontró con una viuda cuyo único hijo había muerto. Seguramente no era un caso aislado, pero Jesús tuvo una compasión tan grande que se acercó a ella, la consoló y resucitó a su hijo.

Las viudas en la Iglesia temprana

En las primeras comunidades cristianas, aunque las viudas solían recibir limosnas y los Diáconos eran nombrados específicamente para cuidarlas (Hechos 6:1-3), las viudas mayores de 60 años sin hijos tenían una posición especial en la Iglesia. No solo porque se ajustaban al estilo de vida célibe que promovía Pablo (1 Corintios 7), sino también porque no tenían un gran hogar que atender y, por lo tanto, podían cumplir diversas tareas. Así, realizaban tareas diaconales y de asistencia espiritual, hacían visitas a los hogares, enseñaban, bautizaban y ejercían la asistencia penitencial. También podían asumir funciones de conducción en la comunidad y eran comunicadoras. Algunas viudas tenían un lugar en el ámbito del altar junto con los Obispos y también se les permitía estar presentes en el ámbito del altar durante el festejo de la Santa Cena. Eran muy respetadas y oraban mucho (1 Timoteo 5:5).


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Katrin Löwen
22.06.2021
fe y religión, personalidades