En foco 13/2017: Juntos en lugar de solitarios
Las comunidades fuertes son las que mejor alaban y dan gloria a Dios. De esto está convencido el Apóstol de Distrito Markus Fehlbaum (Suiza) y expresa algunos pensamientos de cómo pueden verse esas comunidades.
Pude participar del Servicio Divino en el cual nuestro Apóstol Mayor escribió en el alma el lema para el año 2017: "Al Dios y Padre nuestro sea gloria por los siglos de los siglos" (de Filipenses 4:20). Llevo en mi corazón el deseo de llevar a la práctica este "programa" para mí personalmente y en mi ministerio y encargo como Apóstol de Distrito, de manera que nuestro Padre celestial sea glorificado en todas las comunidades.
Como comunidades fuertes y alegres queremos dar gloria a Dios teniendo una irradiación llena de amor que sea percibida por nuestros semejantes, que los emocione y conmueva a querer estar en comunión con nosotros.
- Deseo tener comunidades que estén establecidas como la primera comunidad cristiana en Jerusalén (cf. Hechos 2:43-47), comunidades que sirvan a Dios por agradecimiento y que traigan sus ofrendas de amor con alegría, que –inspiradas por el Espíritu Santo– glorifiquen al Sempiterno en palabras y obras. Comunidades que se conmuevan por el sufrimiento de sus semejantes, que hagan mucho bien, que muestren qué fiel es Dios y que se puede confiar en Él, que practiquen la unión y la reconciliación.
- Deseo tener comunidades en las que haya un sentimiento como el que se describe en Hechos 2:47: "alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos". Comunidades, en las que se sienta la alegría por la espera de la inminente venida de Jesús para buscar a su novia, una alegría como la que se describe en Apocalipsis 19:6-7.
¡Esto es lo que deseo! ¡Y para eso –con la ayuda de Dios– quiero trabajar incansablemente!
Otro deseo e intención que me he propuesto, es el referido a nuestros esfuerzos por ayudar a las almas que –sea por el motivo que fuere– "se hayan quedado detenidas en el camino". Cuando pensamos en ellas se apodera de nosotros una sincera compasión. No con reproches, sino con auténtico amor del alma las queremos acoger. Se deben volver a sentir bien en nuestras comunidades, sentirse en casa. El Señor Jesús lo puso en claro con la parábola del hijo pródigo. ¡Demos gloria también así a Dios, nuestro Padre!
¡La comunidad es importante! Aquí debe suceder lo que tiene que suceder. No somos luchadores solitarios, pero juntos somos fuertes. Si uno apoya al otro, lo ayuda, ora por él, cuando se comparte la alegría, pero también se llevan juntos las penas, entonces damos gloria a nuestro Padre en el cielo.
La clave para poder hacerlo la encontramos en Hechos 2:42. Que todos perseveremos en la doctrina de los Apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. ¡De esto obtendremos las fuerzas para dar gloria a Dios, nuestro Padre, hoy y por toda eternidad!