A la espera del tercero en la alianza

La Ascensión de Cristo y Pentecostés proyectan su esplendor. La Iglesia de Jesús mira a estas importantes fiestas cristianas como misterios centrales de la fe. La Iglesia recibe el testimonio de ellas a través del obrar incesante del Espíritu Santo.

Hay que creerlo. Las “pruebas” en el sentido convencional o científico no existen. Excepto, por supuesto, los relatos de los testigos oculares, y eso es en lo que muchas personas hoy en día confían ciegamente. Así que, en efecto, no debería ser un problema creer en la Ascensión y en Pentecostés. Pero, un momento: El que quiere creer en la Ascensión, también tiene que creer en la muerte en la cruz y en la resurrección de Jesucristo. Y aquí es donde los espíritus vuelven a dividirse.

El mensaje de la cruz

Las prédicas del mes de mayo procuran que las comunidades nuevoapostólicas se ocupen de las afirmaciones centrales del Evangelio: la muerte, la resurrección, la ascensión y el retorno de Jesucristo. Son demasiado importantes para ser olvidadas en las prédicas. Así, la prédica del primer domingo de mayo se centra en la afirmación del Apóstol Pablo: “Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado”. Queda claro que también él, pocos años después de la muerte de Jesús, tuvo que ofrecer argumentos convincentes para que las personas creyeran en lo que parecía imposible. En 1 Corintios, el Apóstol se enfrenta de forma decidida y elocuente a los críticos del Evangelio. Muchas personas de aquella época no entendían el mensaje de la cruz. Pidieron pruebas, exigieron señales o una argumentación filosóficamente segura. Corinto, como conocida ciudad comercial de la antigua Grecia, era un lugar de encuentro de diversas culturas. Los ídolos de la naturaleza o el cielo de los dioses griegos dieron lugar a una sociedad con diferentes religiones. La pequeña comunidad cristiana tuvo que luchar con divisiones y diversas corrientes filosóficas. Pero Pablo exigía una confesión clara: La cruz es un misterio inescrutable que solo puede ser aceptado y comprendido con la fe. ¡Es la señal de la salvación y el poder de Dios!

Esperanza en Dios

La prédica del segundo domingo es diferente: “Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de él es mi esperanza. Él solamente es mi roca y mi salvación. Es mi refugio, no resbalaré” (Salmos 62:5-6). En este texto, la persona que ora se habla a sí misma, exhortándose a aceptar la voluntad de Dios. La ayuda y la esperanza solo se pueden esperar de Dios. Así que el mensaje central es: Quien espera la salvación de Dios, debe estar dispuesto a confiar en Él. Por Dios, el creyente tiene un futuro y certeza, más allá de toda inseguridad y temor.

El Espíritu Santo da testimonio de Cristo

El tercer domingo del mes comienza un nuevo tema para las prédicas titulado “Anticipación del Espíritu”. La fiesta de Pentecostés se anuncia. Y también aquí hay un misterio de fe: el Espíritu Santo –es decir, en la imagen trinitaria de Dios, la tercera persona de la divinidad– mantiene vivo el mensaje de salvación para todos los seres humanos. Según la situación inicial, se presenta como persona, como hacedor y como guía. Y a veces también como “Consolador”. Así es como Martín Lutero traduce la palabra griega “paráklētos”. Otras traducciones de la Biblia hablan de “apoyo” o “ayudador”. El importante pensamiento subyacente es: el Espíritu Santo es el edificador de la Iglesia de Cristo y recuerda a la comunidad cristiana hasta el día de hoy el retorno del Señor.

Pentecostés: Permitir que el Espíritu Santo nos guíe

Pentecostés hace resplandecer su brillante luz de paz y sabiduría en un mundo a menudo oscuro. Esta imagen deja claro por qué esta gran festividad cristiana ocupa un lugar adecuado en el calendario litúrgico. ¡Cincuenta días después de la Pascua, la Iglesia de Jesucristo se presenta públicamente como una reunión de creyentes! Sin la presencia del Espíritu Santo, no son posibles ni la fe ni la vida cristiana.

Trinidad: El Señor, Padre, Hijo y Espíritu Santo

El quinto domingo del mes está en el calendario la fiesta de la Trinidad, “Trinitatis”. Se celebra en la mayoría de las Iglesias y recuerda a los cristianos que con Pentecostés se completó la automanifestación de Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo. En la prédica dominical hay un pensamiento central: Quien llama a Dios su Señor, demuestra que lo ve como la instancia suprema y que quiere permitir que Él guíe su vida.


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Peter Johanning
29.04.2021
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