En foco 14/2023: Un viaje a partir de ahora

Seguir a Jesús también significa renunciar a algunas cosas. En su artículo de En foco, el Apóstol de Distrito Edy Isnugroho informa sobre hermanos y hermanas en la fe que lo han impresionado especialmente en este sentido. Y explica por qué sigue valiendo la pena.

Al contemplar el concepto de servir a Dios, muchos hermanos y hermanas inicialmente pueden tener aprensiones. No es infrecuente que uno prevea un compromiso significativo de tiempo, pensamientos, energía y recursos, que podría requerir el distanciamiento de las responsabilidades familiares. Desde una perspectiva humana, estas preocupaciones no son totalmente injustificadas. Sin embargo, es primordial que reflexionemos sobre nuestro llamamiento divino, un llamamiento que nos ha sido concedido por la gracia y la elección de Dios, designándonos con un propósito único: servirlo.

Estamos consagrados a Dios para servirlo y, como dijo Pablo, presentar nuestra vida en sacrificio a Dios. Es importante que seamos siempre conscientes de ello para realizar nuestra contribución a su plan y su Obra de salvación. En este empeño, debemos prepararnos para el inminente retorno de Cristo, esforzándonos por llegar a ser los futuros reyes y sacerdotes en su reino de paz, siendo una bendición para muchos otros. No olvidemos nunca la promesa de Jesús: “De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del Evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna” (Marcos 10:29-30).

Quienes quieren seguir y servir a Jesús, y entrar en el reino de Dios tienen que renunciar a un cierto número de cosas:

  • Riqueza material. La riqueza terrenal nunca debe eclipsar a nuestra devoción a Dios.
  • Comodidad y facilidad. Debemos estar dispuestos a abandonar nuestras zonas de confort y a trabajar duro y luchar.
  • Familia. Representa la sociedad en la que vivimos. Cumplimos con nuestro deber en la sociedad, pero no dejamos que ella dicte nuestra conducta. Obedecemos a la ley de Dios, aunque eso nos ponga en desacuerdo con la sociedad.
  • Cónyuges e hijos. El Señor alude a un precepto de la ley de Moisés: si el hijo o la mujer que quieres te incita a servir a otros dioses que no sea el Señor, ¡no le hagas caso! (Deuteronomio 13:6-8).
  • Renunciar a nosotros mismos. A todos los aspectos de nuestra personalidad que obstaculizan nuestra comunión con Cristo (Marcos 8:34).

Servir a Cristo implica numerosos sacrificios. Sin embargo, es fundamental reconocer que el Señor nos concede más que lo que nosotros renunciamos por Él.

En Filipinas, me encontré con una frágil abuela y su nieta, que habían llegado temprano al Servicio Divino. Su ferviente deseo era recibir la palabra, la gracia y las bendiciones de Dios, junto con una ferviente intercesión en favor de los hermanos que no podían asistir.

Para reinar con Cristo es esencial cultivar el dominio propio. El adversario intenta persistentemente y nos tienta de una manera u otra para separarnos de Dios. El diablo puede hacer lo que quiera y nuestros prójimos pueden decir lo que quieran. Pero el diablo no puede hacer con nosotros lo que quiera, mientras queramos permanecer fieles al Señor. Como lo expresó Jesús en Juan 10:28-29: “Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre”.

En Sumatra (Indonesia), una familia devota se encontraba en un pueblo remoto, lejos de sus parientes y sin comunidad. El esposo es miembro de la Cámara de Representantes, mientras que la mujer trabaja en una oficina del gobierno local. Al principio, sus compañeros de trabajo los persuadieron y engañaron, diciéndoles que si hacían lo que hace la gente en general, engañar un poco, ser astutos y deshonestos, obtendrían mejores facilidades. Sin dejarse intimidar por las coacciones y amenazas, esta familia nuevoapostólica permaneció firme en su fe, declarando con firmeza: “Independientemente de las circunstancias, no vacilaremos, queremos permanecer fieles a Dios como cristianos nuevoapostólicos”.

Cada hijo de Dios, sean cuales sean sus circunstancias, puede servir y reinar con Cristo a partir de ahora.

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