Los Sacramentos (24): De la última cena a la Santa Cena

Partimiento del pan, acción de gracias, Sacramento del altar. Estos no son solo tres nombres para la Santa Cena, también esbozan el camino que tomó el festejo en sus primeros días: más lejos de la cena familiar y más cerca del Servicio Divino en la Iglesia.

Solo algunos de los primeros cristianos –los de origen judío– conocían el Servicio Divino. Eran Servicios Divinos en las sinagogas, a los que en parte siguieron asistiendo. Los creyentes en el resto del mundo dominado por la cultura griega conocían los llamados “misterios”, pero los cristianos se mantuvieron alejados de ellos.

Una comida que genera comunión

Sin embargo, el grupo disperso de pequeñas iglesias domésticas tenía algo muy propio, que creaba identidad: Durante la comida principal de la noche, se mantenía la comunión en la mesa, se compartía solemnemente y se repartía el pan, en algunos lugares se hacía pasar una copa de vino y en todas partes se conmemoraba a su Señor Jesucristo. Eso era el “partimiento del pan”.

Los Evangelios y las epístolas de los Apóstoles apenas daban instrucciones de cómo debían ser esos momentos solemnes. Así que se dejaba que las y los dirigentes de las iglesias domésticas creasen un ambiente digno. Se encontraron para ello con medios culturales muy diferentes en sus respectivos países, diferentes formas de hablar, cantos, actos. Y por eso, al principio había una gran cantidad de formas diferentes de lo que hoy llamamos “Santa Cena”.

Nuevo lugar, nuevo tiempo, nuevo enfoque

Los tiempos cambian, la Iglesia crece. Las personas ya no se veían todos los días en las casas, sino los domingos en los lugares de reunión: no el séptimo, sino el primer día de la semana judía, para pensar en esos días en la resurrección de Jesucristo y por eso también se los llamaba el “día del Señor”.

La integración social se siguió cultivando. Pero la parte de la conmemoración se fue separando lentamente de la cena en comunión. El canto, las lecturas o las alocuciones fueron ocupando más espacio. Lo más importante ahora era la oración de agradecimiento. En esa fase, el nombre más común para todo el festejo viene del griego: “eucharistia” o acción de gracias.

De la participación a la percepción

El crecimiento alcanza una nueva dimensión: el cristianismo se convierte en la religión del estado. Entretanto, las comunidades se reúnen a la mañana y desde hace tiempo ya no lo hacen en el ámbito privado de las iglesias domésticas, sino en el contexto cada vez más difundido de las iglesias construidas especialmente para ser usadas como tales.

El festejo de la Santa Cena pierde su carácter original de comunión en la mesa y ahora también se llama “sacramentum altaris” (Sacramento del altar). Se convierte en un evento que cada vez más tiene lugar en el altar frente a la comunidad reunida. La participación da paso a la percepción, a la observación. La forma se somete a las normas, el Servicio Divino sigue la liturgia.

Más práctico que teológico

Así es como se pasa de la última cena a la Santa Cena en los primeros cuatro siglos después de Cristo. Así es como lo describen fuentes como el Nuevo Testamento (Hechos de los Apóstoles, primera epístola a los Corintios), las órdenes de la Iglesia primitiva (Didaché, Traditio Apostolica) y los escritos de los Padres de la Iglesia (Justino, Ireneo).

Curiosamente, el desarrollo en la antigüedad sigue consideraciones prácticas más que teológicas. El proceso se vuelve realmente teológico en la transición a la Edad Media. Y eso no sucede sin controversias. El próximo episodio de esta serie se ocupará de ello.


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Andreas Rother
10.12.2020
sacramentos, Santa Cena