Los Sacramentos (36): ¿Saltar el cerco de la Iglesia?

Acá la eucaristía, allá la Santa Cena. Acá el portador de ministerio en lugar de Cristo, allá el sacerdocio de todos los creyentes. Acá se transforma, allá se agrega el cuerpo y la sangre del Señor. Acá Cristo, allá símbolo. Aunque la Santa Cena se celebra en todas las Iglesias, en todas ellas se hace de forma diferente.

Hay mucho que dificulta una celebración conjunta. Una y otra vez se ha intentado unificar el rito de la Santa Cena. Un documento clave para las Iglesias ecuménicas es la “Declaración de Lima” de 1982. Ya entonces estaba claro que había tres cuestiones principales en las que las Iglesias diferían: Bautismo, eucaristía y ministerio. Poco ha cambiado en este sentido hasta la fecha. Las Iglesias solo se han acercado en la interpretación del Bautismo.

En cuanto a la Santa Cena todavía hay posiciones muy alejadas. Por lo tanto, la Declaración de Lima solo pone sobre el papel un pequeño denominador común: la eucaristía es una acción de gracias por el sacrificio de Cristo. En el Sacramento el cristiano celebra la comunión con Cristo, con su Iglesia y entre sí. El Sacramento debe celebrarse todos los domingos y necesita textos litúrgicos bíblicos fijos. Por último, se expresa la esperanza de que sea posible “alcanzar un mayor grado de comunión eucarística”.

El ecumenismo según la interpretación actual –es decir, la aceptación reconciliada en vista de los diferentes perfiles– realza el debate sobre una interpretación común de la Santa Cena. Sin embargo, mirar más allá del horizonte también es doloroso. Los miembros fieles de la Iglesia se quejan públicamente de que no se avanza en esta cuestión elemental, y los dirigentes de la Iglesia reaccionan con explicaciones teológicas de por qué no se une lo que va unido. Porque en realidad, según una suposición generalizada, la Santa Cena es una comida comunitaria de los cristianos en memoria de su Señor y Salvador Jesucristo.

Hospitalidad interconfesional

Sí, lo es, pero también es mucho más. Y las denominaciones dan diferente peso a este “más” porque la Santa Cena interconfesional ya existe, pero sobre todo dentro de la propia familia confesional. El “salto por encima del cerco de la Iglesia” para acercarse a otras familias confesionales todavía va demasiado lejos para la mayoría de las Iglesias y teológicamente no es justificable. Un paso común es al menos la invitación temporal de la “hospitalidad eucarística”: los miembros de otras denominaciones participan en la Santa Cena como invitados.

Este es también el modelo de la Iglesia Nueva Apostólica: “Si bien por lo general solo los cristianos nuevoapostólicos reciben la Santa Cena, también se les puede conceder el acceso a la Santa Cena como invitados a aquellos cristianos que han sido bautizados en la debida forma. Se les debería aclarar que la Santa Cena consiste en una cena de confesión al Hijo de Dios que ha muerto, resucitado y que vendrá nuevamente” (Catecismo INA 8.2.21).

En otros lugares existe una “comunión abierta” en la que pueden participar todos los cristianos bautizados en la debida forma de todas las denominaciones, como se afirma, por ejemplo, en la Declaración de Lambeth de la Iglesia Anglicana o en la Declaración de Arnoldshain de la Iglesia Evangélica Luterana Unida de Alemania. Cristo mismo invita a la Santa Cena, dice allí, y las Iglesias no tienen derecho a excluir a los bautizados. Por lo tanto, los cristianos evangélicos no tienen reservas fundamentales sobre la participación en la Santa Cena en otras denominaciones. Sin embargo, se les aconseja que comulguen solo si el respectivo sacerdote y la comunidad no tienen objeciones.

Muchas Iglesias libres conocen la “Santa Cena abierta a medias”, donde los participantes deben creer en Jesucristo como Señor y Salvador y en su ofrenda expiatoria. Entonces no importa a qué confesión estén afiliados.

Intercelebración

La auténtica comunión de la Santa Cena, es decir, la concelebración o la intercelebración, en la que ministros de diferentes denominaciones administran la Santa Cena en igualdad de condiciones, es poco frecuente, pues requiere la plena comunión entre las Iglesias. Este es el caso, por ejemplo, de las Iglesias que se basan en la misma Confesión de fe, como las Iglesias de la Federación Luterana Mundial. Por parte de los católicos, esta comunión existe entre la Iglesia Católica Romana, por un lado, y las Iglesias unidas orientales, por el otro.

Un caso especial es la llamada Concordia de Leuenberg de 1973, porque hace posible la comunión de la Santa Cena en diferentes denominaciones. Según ella, la mayoría de las Iglesias Evangélicas Luteranas, Reformadas y Uniatas de Europa tienen comunión de púlpito y de Santa Cena. Los viejos católicos según la Confesión de Utrecht y los anglicanos también constituyen un caso especial, porque también ellos conocen ahora la intercelebración.

Nuevos y viejos caminos

Pero cómo se ve todo esto en la realidad es otra cuestión. Incluso en los últimos tiempos ha quedado claro que los deseos de las denominaciones divergen. Para algunos, la recepción de la Santa Cena es lo más sagrado en la interpretación de la fe y una tradición que no puede cambiarse; para otros, es más bien un acto hospitalario de acercamiento y, por lo tanto, una expresión de amor cristiano por el prójimo. Así que el tema de la intercomunión seguirá siendo abordado en las Iglesias durante un tiempo.

El ecumenismo trata de escuchar con simpatía las diferentes interpretaciones y de sondear los puntos de vista comunes. No es, por lo tanto, un motor de propuestas de reforma, pero saca a la luz posibilidades de acción común, como por ejemplo la fiesta ágape, una comida en la que pueden participar muchas denominaciones sin perder la tradición.

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