Los Sacramentos (29): La lucha por el cáliz
El pan y el vino deben estar en la Santa Cena, es lo que dijo Jesús. ¿Pero qué pasa con los niños, los alérgicos y los alcohólicos? ¿Es suficiente uno de los dos elementos? La historia de la Iglesia brinda las respuestas.
Era el número dos en la lista de sus exigencias: La Santa Cena debe ser suministrada a todos los que la celebran en “las dos formas”, exigía el movimiento reformista de los husitas a principios del siglo XV. Pues en aquella época era normal en la Iglesia romana que solo los sacerdotes tomaran vino y la comunidad debía contentarse con el pan.
Cómo desaparece el vino
Lo extraño es que precisamente esa “división” de los elementos de la Santa Cena había sido considerada un “grave sacrilegio” por el Papa Gelasio I poco menos de 1.000 años antes. Pero desde entonces habían pasado muchas cosas: cada vez más creyentes y poco vino, copas de la comunión en tiempos de epidemia y, sobre todo, la creciente preocupación por contaminar los elementos de la Santa Cena.
Al fin y al cabo, Pablo ya había inculcado a los corintios que cualquiera que manejare el pan y el vino indignamente será culpado del cuerpo y de la sangre de Cristo. Así, en los siglos XIII y XIV el festejo de la Santa Cena se transformó. El pan (con levadura) dio paso a la hostia (sin levadura). Esta ya no se daba en la mano, sino inmediatamente en la boca. Y el vino desapareció de la comunidad, quedó reservado para el sacerdote.
Respuesta a otra pregunta
Teológicamente, el “festejo bajo una forma” (communio sub una) fue sancionado por la llamada “concomitancia”. Según la misma, el cuerpo y la sangre de Cristo están realmente presentes tanto en el pan como en el vino. Esta doctrina había surgido en los siglos XI y XII, como respuesta a una pregunta muy diferente: si el vino debe atribuirse solo a la sangre y el pan solo al cuerpo de Cristo. No, sino ambos a ambos, dice la “concomitancia”.
Una justificación bíblica se encuentra en Juan 6:48-58, donde Jesús habla en unos pocos versículos de su carne y su sangre para ser comido y bebido, respectivamente. Pero también se nombra a sí mismo o a su cuerpo sin referencia a la sangre, como ese pan que hay que comer para alcanzar la vida eterna.
La disputa endurece los frentes
Sin embargo, el argumento de la “concomitancia” no fue utilizado por la Iglesia romana hasta que los prerreformistas que seguían a Jan Hus abogaron por el festejo de la comunidad en ambas formas. Y una justificación bíblica se registró por primera vez cuando, unos 100 años después, los reformadores que seguían a Martín Lutero atacaron la “retirada del cáliz”.
Como tantas veces, fue la controversia la que cimentó lo que hasta entonces era bastante relajado: los concilios de la Iglesia hicieron obligatoria la “communio sub una”. Y las distintas fracciones de la Reforma encontraron en la lucha contra ella un objetivo que las unía a todas.
Otra vez más cerca
Hoy, medio milenio después, los adversarios hace tiempo que se han acercado de nuevo: La Iglesia Católica permite el pan y el vino para todos desde los años 1960 en determinadas ocasiones y lo recomienda para las festividades especiales. Desde el año 2000, los Obispos pueden incluso dar la aprobación general en su zona. Y la Iglesia Evangélica considera que el festejo de la Santa Cena con un solo elemento en excepciones justificadas es una solución adecuada.
Ambos coinciden en que incluso una sola forma transmite el efecto completo del Sacramento. La Iglesia Nueva Apostólica enseña lo mismo en su Catecismo, capítulo 8.2.12: "Sin embargo, no sucede en los elementos de la Santa Cena que el pan solo corresponde al cuerpo y el vino solo a la sangre de Cristo, más bien el cuerpo y la sangre de Cristo están totalmente presentes en cada uno de ambos elementos, en el pan y en el vino”.
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Fecha:
Andreas Rother
09.03.2021